lunes, 27 de abril de 2020

ABANDONADO


Yo te lo digo sin dudarlo, ese es el final que se espera de un pendejo como el Pedro. La madre… loca. ¿No sé porqué las psiquiatras tienen hijos así? ¿Son todos chiflados o se hacen? Míralo. Allí, junto al ventanal que da al patio. Y es lindo el guacho. Tal vez por ser blanco, rubio y con ojos claros, todavía no lo encierran en el COSE. Pobre. Es una víctima como tantos otros que viven desperdiciando inteligencia. Rodando de sala de psicólogo a salita de psiquiatra. Es violento. ¿y la boca? Ni en la cárcel escuché semejante lenguaje. ¡Pobre Pedro! Lo traje medio engañado y se acostó en el frío de baldosas rojas. Parece un ángel dormido. Pero ojo, enseguida se la agarra con cualquiera que pase, es osado. Sabe karate. ¡Para colmos sabe karate! Le tengo algo de miedo. Fíjate como tiemblan sus parpados  inquietos
Ayer vino la madre. Hable mucho con ella. Llora y se disculpa. “la culpa la tiene el padre” dice y yo creo que es de ambos. ¡Por eso los ataques de furia!
La ultima que hizo recién… se cortó un pedacito del dedo meñique y se lo metió en la boca al Agustín Pereda. Digo…, los gritos todavía retumban en los pasillos. Yo ¿Qué querés que te diga? ¿Será esquizofrénico? La Susana, le hizo todos los test que se le pudieron hacer… tiene un C.I de 185… es un genio. Lo miro y se me desdobla el alma. Tiene 9 años. Habla cinco idiomas. ¡Ah! ¡Se come los excrementos para enojar a la  madre! ¡Estoy desorientado! ¿Vos que haces con un pendejo así? Yo me pregunto ¿Qué hago? Ayúdame, Carlos, decime que hago ¡Mirá! Se mueve. Parece una mariposa saliendo de la crisálida. ¿Me podrías decir que hago? ¡Pobre Pedro! Me siento un imbécil. Inútil. Nada. ¡Eh, Pedro! Vení… ¡sentémonos y hablemos! ¿Querés comer un sándwich? Dale, vení, no me mires así, ¿Te duele el dedo? Vení. Te quiero.




ADOLESCENCIA


Me sentía una reina con mi figura de cierva airosa me movía sin capricho, por los rincones celestiales de mi adolescencia. Estaba enamorada de la vida y en cada estrella conjugaba una sonrisa. Y fue un día en que sobre mi cama encontré un vestido. Mar, océano, cielo… era hermoso.
Lo usé para salir, por supuesto, en un encuentro con amigos. Pareció que todas las miradas convergían en mí. Sentía en la espalda el rubor que provocaban los ojos inquietos. Ellos y ellas unos admirando otros envidiando. Todos envolviendo mi cuerpo con capas misteriosas de ambiciones. Poseer… o poseerme.
Y hubo otro  que escaló cada centímetro de piel con su esperanza. Abrazó en turquesa mi cintura. Se atrevió a sobornar mi inexperiencia con palabras que enredaron jubilosas mi silueta.
Su contemplación penetraba en mis latidos. No agredió mi fantasía. Yo era azul turquesa. Era fuente, flor sideral, luz cósmica que cimbreante, transitaba la calle.
Él, enamorado. Yo, enamorada. Recolecté en mi talle una órbita de travesuras. Siempre el vestido me empujaba a la audacia de sentirme bella. Atónita. Confundida me observaba. No era yo. Era una estrella.
Comencé a ser el centro del curiosear de los muchachos. Mi vestimenta: ¿podía cambiar la órbita de mi existencia? Tuve miedo al ataque letal de la envidia. Desconsolada, indagué entre quienes sabía leales amigas. Todo fue sorprendente. Querían expulsarme del círculo de amigos. Había usurpado un espacio. Se nubló mi corazón. Lloré decepcionada.
Tomé el vestido cuya seda afligía incluso a quienes me conocían como una chica del montón. Más bien fea. Lo colgué en el armario. Me despedí de su delicada belleza.
Mustio en su oscuro rincón, aullaba rebeldía. Terco me amenazaba por mi cobardía. Usé otros vestidos deslucidos. Reaparecieron las sonrisas irónicas de algunos. La incógnita de otros que no comprendían el cambio que se había producido en mí.
              El, me argumentó ingenuamente que yo era la misma. Luminosa. Ráfaga de viento con perfume a jazmines y violetas. Según me dijo me amaba. Así. Igual. Pero su mirada era otra. Creció una grieta entre su boca y mi alma. Se fue alejando suavemente. Tocó otra piel con sus manos cálidas y se fue yendo. Pasó un tiempo y saqué el vestido azul turquesa. Me vestí, solté mi larguísimo cabello y como garza penitente atreví mi paso por la ciudad bulliciosa.
Un reanudarse de miradas cobijo mi talle y fui un delfín desplazándose entre nubes. Volé.
Ahora soy recuerdo.

SUEÑOS INCONCLUSOS


Me propongo engarzar sonrisas con grifas de ternura
Destilar licores de pétalos desnudos
Acariciar la noche con mi lengua
Licuar cada palabra sin perfume
Rozar los almendros en mi garganta de nieve
Reír, llorar, caminar descalza, soñar despierta

Y me propongo atravesar los mares con mi nave
Con las velas desplegadas a sotavento
Buscar el oasis de Marruecos
Volver a París, usar una máscara en Venecia
Probar las trufas y vivir hasta el delirio.











FINAL DEL PASILLO


La anciana sentada observaba el parque. La naturaleza le agregaba dulzura al día. Quería volar hacia el horizonte. Alejarse. Volver a vivir. Una nube se detuvo en la pupila desgastada. Su historia le adormecía las manos que artríticas acariciaban los recuerdos. Si volviera a nacer… todo sería… igual. No, distinto.
Un ángel inició la invitación a volar y dejando el sillón que  rezongó; salió. Descalza caminó por el pasillo alfombrado y caminó, caminó con rumbo seguro hasta tocar la orilla del sueño. Volteo y los pasos desgastaron la gravilla. Lentamente se fue elevando hacia el horizonte. Libre…. Por fin libre de todo lo que la unía a la rutina. Y no regresó.
















viernes, 24 de abril de 2020

XENIA


Xenia: ella era tan perseverante, que a pesar del peligro, se calzó las botas largas, una vez más.

                          Miró hacia la montaña y reconoció que la tormenta se avecinaba,  perturbada tomó su poncho mapuche, ese que la acompañaba desde que Horacio había partido la primera vez hacia la frontera. Negros nubarrones cargados de nieve pesaban en las laderas. Bajaban los grises sobre los riscos.
 Comió un buen trozo de pastel, un trago de cognac y se enfundó la mochila a modo de refuerzo, llena de jamón, queso de cabra y agua, para llevarle apoyo al hombre. Él, la esperaría en el viejo puente junto a los abrevaderos. Las llamas y las guanacas estaban en tiempo de parición y no podían dejarse solas. El comprador europeo, llegaría en verano para pasada la esquila, llevarse los vellones de mejor calidad a Milán.
 El año anterior, habían sacado un muy buen precio y las colecciones de moda en Italia, se regocijaban con la novedad de esa lana fina y natural americana. La tormenta, con sus ráfagas de viento helado, la tiraba sobre la agresiva senda. Siguió un trecho pero un tapiz de nieve se iba acumulando. El frío le impedía continuar. Decidió regresar a la cabaña. Horacio la estaría esperando ansioso. Era imprescindible que se abrigara. El calor de la chimenea era una fuerte tentación. Pero... debía volver a salir hacia ese destino previsto.
 Ella era tan perseverante, que a pesar del peligro, se calzó las botas largas, una vez más.
- “Esta vez lo haré sin mezclar las pasas con el alcohol”- dijo la cocinera mordiéndose el labio y miró por la ventana hacia el jazminero.
 Esta vez lo haré sin mezclar las pasas con el alcohol” – dijo la cocinera mordiéndose el labio y miró por la ventana hacia el jazminero. El día jueves anterior, había encontrado a Amiel debajo de los jazmineros del jardín bajo el efecto de una terrible borrachera. ¡Esa mujer, su ama, estaba pasando una terrible depresión! Cuando Javier se fue a  Punta del Este, ella se derrumbó. Cada mañana despertaba con terribles jaquecas por la bebida, que desparramada en la alfombra, denunciaba su impotencia.
 La vieja cocinera tomó la determinación de investigar con quién había viajado el hombre. Supo por Fermín, el chofer, que lo había llamado el gerente de la empresa desde allí, el Uruguay, por un encuentro con inversionistas chinos, que no querían ingresar al país. Así, ella, Amiel, pensó que él, había huido con alguna fémina. Hizo unas llamadas secretas al hotel donde se alojaba su muchacho (ella lo había criado desde pequeño) y luego de una charla bien clara, se comprometió a hacer lo que debía.
Cada día, Amiel, buscaba en cada rincón de la casona una botella sin encontrar nada. Su samaritana, estaba despierta a las necesidades de la joven mujer. No fue fácil impedir que bebiera. Era una adicta. El socio, Fermín, no malograba el esfuerzo. Unos días más y llegaría el amante esposo. Era cuestión de resistir.

NO PUEDO HUÍR


¿Dónde quedó mi árbol de hojas perfumadas?
Un arpa de nácar arrancando el eco de bosque mañanero
se perdió en mi montaña.
esa que hoy es jaula de barrotes de acero. Barrotes de besos.
En su vientre de piedra se cobijan mis sueños,
se desgranan latidos.
Mi lago de guijarros son el áspero soporte
de la piel de mis entrañas tan heridas.
Sonríen pasajeros los labios de madera
Aprietan mis senos. Alguien, sólo alguien.
Mis manos sangrantes se mueven lentamente buscando
una caricia. Pero
llega un frío de abandono con su largo capote helado y
el fuego huye con sus ojos milenarios
hasta la cumbre errante de la vieja montaña.
Está amaneciendo, hoy...
No tengo huída.


EL INTRUSO




                     Había dejado de llover. Leandro entró al comedor y comprendió que había llegado demasiado tarde. Se oía  la cascada de los desagües desagotando agónicos el canal de la azotea sobre el pequeño patio interior. Estaba solo. Unas sombras se alargaban en los mosaicos mojados. Dejó el paraguas húmedo como pena, apoyado en la silla. Se quitó la bufanda y los guantes que hacían juego con el hilo de sangre que se diluía en el torrente hacia la pequeña rejilla de la terraza. Lo vio allí caído. Solo, quieto. La cabeza destrozada  contra las frías baldosas. ¿Por qué a él? ¿Por qué en su traga luz? ¿Por qué ese hombre que llenaba de sueños sus largas tardes grises de domingo?
                     Ahora que era  primavera, él le dejaba ese regalo entre sus plantas. Cortó una flor de una maseta. Se la puso en la mano y fue al teléfono. Marcó el número que él, un día le dejara. Se sentó y lloró. Quedó solo. La noche  cubría la ventana como cortina de pena.
                     Lo miró a los ojos, quería escrudiñar su alma... quería saber si aun su amante lo odiaba. Te extrañaba, pensó. Pero no esperaba que me hicieras algo así, tan desatinado. Todos se enterarán que éramos amantes. Se reirán de ambos, sin piedad.
¿Quién llenará mi alcoba con perfume de almizcle y romero en las siestas de verano?
Llegó la ambulancia y llamaron a la policía. No podía explicar lo sucedido. El cuerpo de Luciano masacrado. Los vecinos vinieron a mirar y se admiraban de lo limpio que estaba todo. Las plantas del traga luz perfumando el pasillo y los departamentos cercanos.
Leandro demostró que no había estado en casa. No había un arma ni huellas por ningún lugar. Nadie había escuchado gritos ni peleas. ¡Son tan discretos estos chicos! Raro, muy raro. La puerta no estaba rota ni las ventanas. Se llevaron a Luciano envuelto en una sábana blanca con el monograma que bordó la tía Felicitas. Parecía un duende.
La policía  rebuscaba algo… para inculparlo. Él, estaba anonadado. Les mostró cada rincón, cada resquicio, cada escondite de la casa. Nada. No encontraron nada.
Se fueron sospechando que había algo escondido.
Desde el altillo de la casa de al lado, una ráfaga mostró un rasguño de sangre en la pared. Se movió alguien en la ventana. Era un muchacho hermoso que lo miraba con odio. Leandro cerró la puerta y corrió la cortina. Supo que había sido él. El intruso. Mañana lo denunciaría.
Al amanecer salió rumbo a la calle y no vio el arma.

POEMA DIFERENTE


ESTOY

Quieta
            Sola
                        Estante
El silencio desparrama luces circulares
            Soy
                        Aun respiro
                                   Sueño

LA NOVICIA




La había sacado del convento cuando ocurrió el hecho. La madre superiora se sintió muy malhumorada. No confiaba en ese tío de Antonia, la novicia. Igual la muchacha siguió a su tutor. Llorando por la muerte de su amada madre y Yaya, quienes inexplicablemente habían aparecido con un tiro en la cabeza al salir de misa vespertina. La única heredera era ella. Si la muchacha quedaba con los votos permanentes, las casas, la hacienda y todos los bienes pasaban como “dote” a la Santa Madre Iglesia.
Su vida siguió con la rutina que le impuso la necesidad de reemplazar a su madre y doncella. Cuidar de la cocina, el lavado de ropa y planchado, las pocas tareas que su tía le exigía en el jardín le daban un respiro para orar.
De tarde, luego de una breve siesta, el tío entraba en la salita de costura con un mazo de cartas españolas para entretenerse, posteriormente de leer de punta a punta las noticias de los diarios de la capital sobre economía. La Bolsa era su mayor interés.
Como no era religioso, no le permitía a la joven pupila asistir a misa de tarde, por lo que la niña, debía madrugar para ir a las seis de la mañana al servicio.
La madre superiora y otras monjas observaban como iba bajando de peso y perdía los colores en la piel.
Un de esas tardes, Antonia quiso sacar las barajas que le pedía el tío y junto a ellas, en el cajón tapado por un paño de terciopelo negro, estaba el revolver y un par de guantes de cuero. Abrió la boca y ojos sorprendida. Tomó coraje, lo sacó y apuntando al piso, temblorosa, casi corriendo encaró al tío.
-¿Fuiste tú, hijo de mala madre?, ¡Fuiste el que me dejó sin familia! – gritó al borde del desmayo.
Con parcimonia calculada el hombre dejó la lectura y la miró severamente por sobre los espejuelos.
-          ¡Qué mal, mi hijita, qué mal! Tan viva que pareces y no te pusiste los guantes negros. Ella petrificada, sostuvo el revolver con todo el peso doloroso del mundo.
-          Sí, no me puse los guantes, pero ayer compré veneno para roedores en un barrio alejado de esta casa. Tu desayuno, tu almuerzo y esa taza de té, me servirán para explicar tu deseo de suicidarte al morir tu hermana y la Yaya. ¡Es tan grande tu pérdida y tu dolor!
-          ¡Estás loca!- dijo el hombre ofuscado, - Yo no quiero morir, la que tiene que morir eres tú, así yo soy el dueño de todo…-
-          Ya te está haciendo efecto, lo veo en tu color del rostro, la espuma que sale de tu boca…
El tío se llevó la mano al pecho, un sordo ronquido lo despidió de la vida.
Antonia guardó el arma, nunca le había puesto veneno en la comida. La conciencia sucia y un corazón débil por el miedo se cobró el último suspiro. La venganza era una forma de hacer justicia.

lunes, 20 de abril de 2020

TÚ, LO SABES


Mas
espero que comprendas
ese día llegó la primavera. Llegó poblando el campo
un pequeño unicornio. Era nuestro pequeño ángel.
Floreció un campanario en mi bodega trasegada de flores
con la extrema belleza del cristal
sus rizos conjuraron la estrategia de sueños
volvimos a creer en la voz que decía
en un poema de Shakespeare       que somos
“engendrados con materia de sueños”

dormité conmovida a la espera de un breve milagro
que se sigue proyectando en nuestra vida
Tú ¿lo sabes?


HOLOCAUSTO


Párate en la ventana y escudriña tu horizonte,
Breve como un pañuelo movido por el silencio
Alejando los temores de una extraña Apocalipsis.
Un puñado de aves, pájaros silvestres y escurridizos
Picotean en el pasto, junto al jazmín y sterlizias.
La ciudad está en reserva, sus sueños están dormidos,
Nadie se atreve a asomarse y esperan una noticia.
Las calles que antes bramaban con sonatas y alaridos,
Hoy son cementerios quietos, sin campanas ni bocinas.

Esto pasa en mis montañas que se han poblado de nidos,
Han regresado las liebres y hasta un zorro escurridizo.
El río que quieto estaba, baja con rotundos bríos,
El polvo de nieve abruma el camino de los riscos
Hay chorrillos borboteantes que bajan juntos al río
Detrás de los ventanales, nosotros somos espías.
Las loicas y los zorzales vuelan libres en los pinos
Han regresado los cóndores buscándose la comida.

Dicen que los ríos traen cardúmenes de peces, miles
De peces saltan en las aguas de los ríos.
Los hombres que los esperan ya no quieren usar redes
El asombro los embruja y permiten que viajen
Rumbo a su verdadero destino.  Dorados, truchas, pacúes
Pejerreyes y surubíes, surcan las aguas tan claras
Como hace tiempo no veían, su Paraná generoso
Ahora parece un río como en los tiempos antiguos.

Un enemigo llegó con su Caballo Apocalíptico
Arrastrando su castigo. Miles de humanos muriendo
Y la naturaleza revive, regresan las aguas limpias,
Las aves bajan tranquilas a los parques y jardines,
A los bellos sembradíos, cerdos salvajes pasean
por las calles de pueblos que están vacíos.
Cabras saltan por los cercos y capibaras por las rutas
Caminan junto a los ríos. Un Arca nueva ha llegado
Noé ha resucitado con su emporio de animales
Para repoblar la tierra que tanto hemos destruido.





LUJURIA




Corrió detrás gritando, no quería que se fuera su enamorado. Le había prometido una vida de ensueño, de novela. Se trepó a sus brazos apretó sus piernas alrededor de la cintura  y  lo  rodeo de besos. La mujer  parada a la distancia abrió los brazos en cruz. Su imagen quedó cincelada en bruma y carne. Él, lentamente regresó. La niña estaba tibia de sonrisas. La mujer contuvo  una lágrima de fuego, sabía que al regresar él, su vida volvería a ser una carga de roca incandescente. Antes había vivido algo semejante. Luego los golpes y la ira. La violación constante. Entró prendió la lámpara. Estiró un mantel a cuadros y distribuyo tres  platos sobre la mesa. Sabía que esa noche los brazos de la nieta estarían en los brazos sedientos de pasión del que fue su hombre. No podía impedirlo. Pensó en la cuchilla con la que había hecho un tajo en la batea y lo escondió. La Lorena, no iba a ser mancillada como ella. Les sirvió el puchero. Él, bebió en abundancia con los ojos puestos en la niña. La carne fresca, rosada y suave de Lorena era el lujo que había conquistado. Se la comía a besos. ¡Esa noche sería su regalo! No sabía que la mujer… tenía asegurado el fin de esa vida.


EL PROFESOR DE ARPA




            Y sí, lo tuve entre mis brazos varias veces. Me dejó una sonrisa angelical como cualquier niño. Pero nunca imaginé su destino. La pequeña Raquel, era como una princesa para sus padres. Los mejores vestidos, las comidas más ricas, el amor con mayúscula. Siempre mostrando su forma de declamar poesías hermosas desde niña. En la escuela era ejemplo de respeto y calidez con sus maestros y compañeras de clase.
            Aprendió a tocar el arpa. ¡Ese fue el problema! Trajeron un maestro extranjero desde un país vecino. Era joven pero nunca preguntaron su origen ni su historia. Él, era un verdadero artista con el arpa. Y ella aprendió. Cuando cumplió trece años, ya era experta en el arte.
            El día que desapareció, los padres y la servidumbre se volvieron locos buscando e indagando por Raquel. ¡Nadie la había visto! Fueron a buscarla por los pueblos cercanos, nada. Se había volatilizado. Esa mañana llegó el profesor a dar su clase. Sorprendido, dijo esperar un rato por si regresaba. Y luego formal y compuesto, saludó y se fue. Antes pidió que le pagaran el mes completo.
            Al Tata Viejo le llamó la atención que pidiera dinero por adelantado. Pero con la ofuscación, no dijo nada. A Petronila le llamó mucho la atención que la niña, su niña, no le hubiera dicho nada. Ella pensaba que estaba enamorada de algún muchacho del pueblo que conoció en la plaza. ¡Pero nunca se imaginó la verdad! Raquelita era una chica tímida y callada, pero inteligente y formal.
            Pasaron los meses y una noche de tormenta, lloviendo a cántaros, sintieron un llanto en la puerta de la casa. Ágil, Petronila abrió con una lámpara encendida, la hoja del cancel y allí estaba. Raquel con un bebé, encinta. El cabello empapado y sucio de barro. Delgada hasta el delirio. Sollozaba. Se abalanzó a los brazos de su Tata y lloró y lloró hasta quedar dormida. Pasó un par de meses y nació el niño. Era un bebé sano y bello como su madre. Cabello oscuro como el del maestro de arpa.
            A Petronila no le pudo ocultar su verdad. Enamorada se había fugado con él. La hizo vivir en un lugar horrible. Pasó hambre y frío. Cuando se le terminó el dieron que le dieron, se fue. Ya era tarde, ella espera un hijo del maestro que recién descubrió que era casado con cinco hijos en otra ciudad lejana. Esa casa cálida y piadosa, la recibió con alegría y amor. Ella en su lecho amamantaba al niño que se prendía al pecho goloso y feliz. Desde la ventana de su habitación, miraba la luna en las largas noches de dolor y espera. Esperar un amor inexistente.
            Una noche bajó las escaleras y rompió el arpa en mil pedazos. Se abrazó al pequeño y corrió hacia el dintel de la ventana. Una mano fuerte la arrancó por la fuerza y la obligó a regresar a su cama. Y se quedó dormida. Soñó. Que una suave luz iluminaba en la noche cálida la cuna de su bebé que dormía plácidamente sin saber que su madre estaba desesperada. Soñó que él, volvía. Pero sacaba al niño de la cuna y lo tiraba como un bulto por la ventana. Soñó que se transformaba en un ángel y volaba.
            Raquel despertó y el bebé ahí estaba, retozando feliz en brazos amorosos de Petronila y su Tata.



FRANCO… ¿UN DUENDE O UN FANTASMA?



1—
            Martina mañana tenemos que ir a la casa de la abuela Lina. Fíjate que el vestido de plumetí celeste esté impecable. Los zapatos de charol de tu hermana Guillermina están a mano y trae el peine, yo mientras tanto armo la valija.
            El tren parte de Lomita a las nueve. Estaremos en la estación a las ocho. Y deja de comer ese merengue, que te pondrás redonda. Aprende de Guillermina, tan cuidadosa con su cuerpo, su cabello y sus modales. Tienes que imitarla y ser como ella.
            ¿Ya está lista tu habitación? ¡Martina podría estar mejor!  Pero estamos apuradas, niñas recuerden: ¡No pregunten y está prohibido ir a la habitación del fondo, la que está con un candado, bien cerrada. ¡Ni se les ocurra acercarse o hablar a los abuelos porqué o qué hay en esa pieza del candado!

2---
            El tren me produce sueño, a Guillermina la descompone y vomita; yo la cubro de mamá y papá. Ella, mamá, se pondría como loca de nervios si se ensucia el vestido. Yo la arrastro al baño y la limpio. Guillermina se manchó un poco, la lavo y la vuelvo a peinar, con el moño de la trenza, lucho un rato y me queda perfecto. Mamá se preocupa y viene a buscarnos, yo me hago la tonta como siempre. Mamá cree que las cosas que hace mi hermana son perfectas  y todo lo que hago son torpezas. Llevo el cabello suelto y el flequillo desflecado, hecho hilachas. Pero no vomito y amo ir en tren por el camino que se entrecruza con la carretera y el ferrocarril, miro el paisaje y adoro reconocer los animales y árboles. No digo nada, total soy “la tonta” ¡Soy más machota, como dicen los de mi familia.
            Descubrimos que en una estación entraron al tren muchos soldados. Su risa me estremece. Son los que van al desfile de mañana a la capital. Nosotros seguimos hasta un pueblo cercano.
            Nuestra familia en las fiestas patrias como la de mañana, se juntan en la casa de los abuelos, como si fuera un cabildo abierto. Mañana es 25 de Mayo. Ja, ja, ja… la tía Gloria dice que hay que ser ¡Bien patriotas! Pienso que son tonteras, pero tengo apenas once años y conozco poco de historia. Lo de la escuela, no más. Y no me tienen en cuenta para nada. Recién paró el tren y se bajaron los soldados. Ahora hay silencio y mal olor. ¿Se bañarán? Guillermina, vamos a sentarnos allí y juguemos a “Piedra, papel y tijera” ¡Dale!

3___

            Cuando llegamos a la casona de los abuelos, nos recibió la tía Josefina. Nos dio un abrazo que casi nos ahoga. Cuando vino el resto de la familia  que yo conté en treinta, todos hablaban al mismo tiempo. En una mesa bajo los jazmines, había platos con empanadas, pollo en trozos que habían asado el tío Jorge y Lucio. Parecían payasos, colorados por el calor de la parrilla.
            Los chicos comimos primero. Los grandes ya comenzaban a discutir de fútbol, política y otros murmullos que no alcancé a oír. Tomaban un vino que se veía sabroso. Hoy se que era Vermouth y comían salame, mortadela y queso cortado, pero parecían una enorme boca insaciable. Después no mandaron a jugar. Unos primos jugaban a la “payana”, otros a las “Canicas” y las chicas “a la mancha venenosa”.
            Mi hermana me tomó de la mano y me llevó a la ¡habitación prohibida!
            ¡Lo prohibido es lo que más atrae! El candado… estaba abierto y miramos para todos lados, no había nadie detrás de nosotros. Nadie nos veía. En punta de pié llegamos cerca y nos escondimos tras las macetas con helechos de la abuela. No venía nadie y entonces… ¡qué emoción! Abrimos la puerta apenas, un aire helado y húmedo nos hizo echar atrás. Yo más atrevida, comencé a mirar con descaro lo que había. Estábamos medio cegadas por la luz de afuera y la penumbra. De pronto una mano helada se prendió de mi brazo y comenzó a gruñir. ¡Pegué un grito!
            Un ser deforme gesticulaba y babeaba tratando de retenerme. Entró como una tromba mi abuela. Me tomó del pelo y por primera vez, me pegó una cachetada. Yo lloraba y gritaba, más por el susto que por el dolor. Guillermina ya estaba en brazos de mamá. Muda, y temblorosa salí corriendo y ligué de nuevo con papá.

4---
            La casa era un horror, todos vinieron y así descubrieron que allí habitaba un hermano de mi papá, que todos creían muerto al nacer. Era enfermo. Escuché las palabras: “parálisis cerebral” y lo tenían oculto con vergüenza del famoso ¡Qué dirán!
            Las mujeres lloraban, los hombres comenzaron a discutir; habían descubierto “El Secreto”. Se llamaba Franco y el niño era un muchacho parecido a un fantasma, ya que nunca tomó sol y caminó o jugó en el patio o fue a una escuela… ¡Yo estaba desesperada! Ahora con cuarenta y ocho años, veo como se cuida y ayuda a los niños que nacen discapacitados y doy gracias a Dios y a la Vida que Franco fuera descubierto. Murió un tiempo después, pero gracias a nosotras, conoció la luz del sol, el aire puro y el amor de algunos primos que nos apiadamos de él.
            Regresamos a casa en el tren anterior al que habían dicho y la penitencia nos duró hasta mucho tiempo después, pero me enseñó a no tener “prejuicios” y a tener compasión con los débiles. Guillermina, tal vez por ese suceso estudió para ser especialista en recuperación de chiquitos y no tanto

MORTAL


Entró en forma clandestina en la casa. Un arrebato de silencio lo envolvía. Franco caminó tratando de no pisar las maderas rotas del piso. El viejo seguro que dormía. A esa hora, Nemesia sin duda le servía una sopa fuerte de huesos y verduras y sentado en el sillón se dormía hasta la madrugada, en que entraba un rayo de luz por la ventana. Todo revuelto y sucio. El olor a moho penetraba la nariz del más sencillo. Abrió el ropero donde el anciano guardaba la pistola. Envuelta en un paño apolillado estaba como un pájaro muerto. Salió tal como entrara. Parecía un fantasma.
Esa mañana, encontraron al viejo dormido, muerto y con una sonrisa dibujada en el rostro desdentado. Nunca se enteró que Franco había ido a marcar con una anémona roja, la frente de su amante en el motel.

UNA TRAMPA


Como en la Villa había un arroyo no muy lejano, los muchachos se arremolinaban en sus aguas para refrescarse en las siestas. Siempre atentos a las turbulencias, no nadaban en las aguas más profundas. ¡Pero, pero una tarde llegó Délfor, con su bañador impecable, gafas de “Rayban” y su Siambreta reluciente! Los muchachos, que le tenían envidia, lo invitaron a nadar hacia un remanso. Luego se fue alejando con la suave corriente hasta un lugar muy hondo. No hacía pie. La corriente le arrancó la malla y quedó como Dios lo trajo al mundo. Abrazado a un tronco que boyaba, se quedó esperando que los otros lo auxiliaran. Ya anocheciendo, aterido de frío y miedo, logró llegar hasta la orilla. Los vecinos de la Villa Virtud, asombrados vieron acercarse al hijo del contador del banco desnudo y arrastrando su motito, porque le habían desinflado los neumáticos.

SIN TI




Acababa de dejar el pequeño rectángulo de cielo que se proyectaba en la infame habitación. Cerró los ojos doloridos y enrojecidos de mirar hacia el infinito. La soledad le  había clavado una cruz de agujas imantadas en las pupilas. Ya no esperaba ver nada nuevo allí y desde allí. Mordió un minuto los pequeños tubos de plástico transparente que proveían de aire y alimentos. Cerró la  mente  aislándose de esa realidad...y comenzó a soñar.
Una mañana tan fresca y soleada. El caminando por la orilla del gran lago. El sol marcando sombras tardías entre los árboles y el aire envolviendo su cuerpo con olores fuertes...menta, toronjil, romero... pasto recién segado  y una necesidad urgente de tirarse en ese prado. Las nubes tratando de desterrar el brillo, y la belleza, las nubes en guerra permanente con el espíritu fugitivo de las sombras y las luz. recostado axial, ver aparecer a Nazarena con su cabello al viento transitando descalza sobre el fértil espacio acuático y vegetal de un piélago verdoso, y helechos y frondas de tornasolados iridiscentes.... amarillos, ocres, verdes y azules increíbles de esa orilla escurridiza. Cerró la boca. ¡No quiero respirar, no tendré en mi interior herido por la pasión, el perfil de tus muslos y tu rostro o tus manos como alas de abubillas revoloteando o sosteniéndose suspendidas entre las largas ramas de los sauces! No, no quiero respirar porque penetra en mi conciencia el perfume salvaje azaharino y jacinudos de tu piel morena de muchacha cerril y montaraz. Hembra de tiempos inhóspitos de mi país de ensueño.
El silencio me devuelve el golpeteo de mi corazón herido.¿Estoy dormido y sueño? Acaso el tiempo me prende a la voraz lentitud de los relojes. ¿Has regresado para incorporarme a las letanías de tu legión de fantasmas y espíritus ligeros? Ya no veo. Estoy ciego y deslumbrado. El mirar eternamente en el rectángulo de mi habitación me ha dejado alucinado. Perdí tu Venus y tu plasticidad en una algarabía de estampidos y ruidos. Allá en la carretera hacia la ciudad de mi destierro. Queda y ha quedado. sin nada ni nadie que venga a abrazar mi cuerpo muerto, mi conciencia viva que vibra y desespera por tus besos y caricias calientes y tiernas. hace un tiempo infinito que mi mente te llama y no puedes escucharme, por que estoy aquí en esta aciaga celda del averno. ¿Acaso puede escuchar el silencio? ¿Y tú recordarás a quien rodeó tu cuerpo en  un instante de pasión amorosa para crearte ese mundo mágico de un hijo. Duermo y sueño contigo . Me despierto espiando tu sombra y no llegas a buscarme. Estoy volviendo a abrir los ojos de febril e impúdica exaltación, algo acuoso se mueve en mi interior como una gelatina flamígera, me quema aun más que la visión desde el ángulo del espectáculo donde mi vista se pierde.¡Amor regreso... amor vuelvo a ti... espérame en tu regazo mítico y festivo...amor...amor mío!
          -Doctor Villafañe, el paciente de terapia está fibrilando. Casi sin voz  la enfermera trata de regresar al hombre -¡Por Dios ...hagan entrar a la muchacha.... aunque esté en ese estado... tal vez ella logre que sobreviva.


UN HOMBRE QUIETO




Un hombre edifica dos sueños.
Crea un reloj y trabaja hasta la última hora sin pausa.
Sueña con el esplendor de las paredes sin rejas,
Con las montañas llenas de nieve,
Con una guitarra que vibre en serenata nocturna.
Cree encontrar la tierra preñada de vestigios minerales.
Espigas infinitas y parrales con uvas.
Corre por la vereda de la calle empedrada, llamando
Con voces milenarias a los ancestros.
Un hombre de ciudad que avizora el futuro.
Sobre los árboles están los ojos que observan su tarea.
Y de pronto la humedad levanta la ciudad.
La niebla envuelve al tímido buscador de tesoros.
Él, sigue caminando. Las piedras no lo hieren.
Las doce campanadas del torreón lo despiertan.
Amanece entre enormes murallas con barrotes.
Sobre las paredes se ven unos ojos que observan.
Un sollozo lastimero eleva su tristura dormida.




LIBERTAD




No sufras, calma el espíritu ardiente de tu estirpe orgullosa.

No tanto como para marchitar sonrisas, lindas carcajadas puras para veladas de baile y jarana. Verás que entre los arrojos de voces cantarinas hay un duende plateado corónalo de nomeolvides frescas. Con tus manos aprisiona solamente un instante, la esperanza de un ángel que quiere ser gaviota. Tus dedos...déjalos que entreabiertos fluyan en dulce almíbar, en polen perfumado, en espuma. Jaula de incienso. Humo.

    Ahora tendiéndote en una verde pradera contemplando los nidos. Busca el sol con tu boca. Besa. Bebe. Corre. Acabas de construir un paraíso. Vuela hacia el poniente. Ya eres libre. Vuela, abandona las manos que se quieren quebrar en perfume de ladrillos.
Eres un ser libertario. Vuela.


miércoles, 15 de abril de 2020

MIS VENAS




TENGO LAS VENAS VACÍAS DE VIOLETAS
EL CORAZÓN DERRAMA VINO TINTO VIEJO
LAS MANOS LAMEN EL SILENCIO
CAEN SOBRE EL MANTEL LÁGRIMAS DE CERA
UN PAPEL VUELA POR EL PASTO CON UN POEMA
LA MÚSICA SE ESCONDE ENTRE LAS MATAS DEL JAZMÍN
SALGO TRAS LA NUBE QUE CUBRE EL VENTANAL
INTENTO ACARICIAR EL ROSTRO DE UN ARCÁNGEL.
MIS VENAS SE ABREN LIBRES POR LA TIERRA
DERRAMAN PERFUME DE ALEGRÍA NUEVA
YA SE ACERCA LA ESPERANZA DE TU REGRESO.

LAS ZAPATILLAS DE BAILE




            La joven se miraba al espejo. Esperaba que la llamaran para entrar a bailar al plató. Estaba descompuesta; pero igual recordaba lo que pasó.
En la función anterior un público manifestó su desencanto por el retiro de la primera bailarina. Esa famosa joven que vomitaba y vomitaba antes de bailar. En realidad, nadie sabía que estaba embarazada; que la había violado el dueño del teatro entre los trebejos de tramoya y sólo el tramoyista los había espiado. ¡Nunca se atrevería a denunciarlo! Sabía que lo echaría inmedediatamente. Un pacto de silencio empujaba a los empleados del odeón para evitar que cerraran el único lugar donde podían desempeñar su trabajo.
            La bella “Julieta y el hermoso Romeo con sus mayas viejas y ajadas, siguieron bailando hasta completar el ballet. Cuando cayó el telón, ingresó un policía con un médico tinto en sangre. En un callejón cercano al teatro habían encontrado el cuerpo del tramoyista, con la yugular cercenada. Un silencio profundo se hizo en los entretelones del teatro. Nadie se atrevió a pronunciar palabra.
            Se miraron unos a otros. El policía les obligó a sentarse en el suelo y comenzó a indagar mirando a los ojos de cada uno de los personajes del teatro. Un horror atravesaba el cuerpo de los frágiles muchachos. Sabían que se delatarían. Otros, realmente desconocían lo ocurrido con la primera bailarina hoy reemplazada por Jazmín Otero.
            Un arrogante patrón caminaba furibundo entre el personal, con la mirada fija en cada uno, amenazante y sarcástico; no hablen… decía su actitud, que no pasó por alto al Inspector que ingresó tras el oficial de la policía inicialmente interrogante.
            Jazmín, muy descompuesta cayó desmayada. Mirko, la recogió e intentó sacarla del lugar, cosa que fue impedida por el nuevo inquisidor. ¡Esta joven debe saber algo! Y un murmullo se desbarrancó entre los presentes. ¿Ella también?
            El hombre de gabardina negra con oídos acostumbrados a los susurros, entendió que había un secreto conocido por todos. E indagó con fiereza a los presentes. Los fuertes gritos retumbaban como timbales en el teatro. ¿Qué está pasando aquí? Urge que hablen o los arrestaré a todos. El temblor de los artistas era clásico. No Estrabn acostumbrados a enfrentar ese tipo de trato.
            Una voz cansina y trémula dijo: - Hay una posibilidad. Ayer nuestra querida Muriel, se desmayó y hubo que reemplazarla hoy porque está embarazada. Tal vez, el tramoyista tenía algo que ver… era un padre negado.- Y se hizo un silencio gélido.
            -¿Es posible que Muriel o como se llame esa muchacha, sea la asesina? – preguntó al patrón. ¡Si, claro es una mujer fuerte y odiosa! El grupo se rió a carcajadas. ¿Fuerte y odiosa? Si era débil y amorosa, jamás se negó a pesar de que fue maltratada por usted, dijo sin temores  el pianista.
            No pasó por alto el comentario. Bueno serán todos indagados y queda arrestado el señor, dijo mandando al policía a apresar al hombre. Jazmín despertó. Mirko la sostuvo y ella señalando al patrón dijo: Yo pude ver que violó a Muriel, usted es un malvado. ¡Asesino! Gritaron todos. E inesperadamente, éste sacó un pequeño revolver y detonó un tiro en la sien, cayendo sobre el plató. La sangre cubrió las zapatillas de bailes de los artistas. ¡Todas, ahora, eran zapatillas rojas tintas en sangre!

LA SEÑORA DE TAL




            Llegó en verano, con altiva mirada. No saludó a ninguna de las personas de la cuadra. Vestía con  la última moda que mostraban los magacines y vidrieras de los escaparates más caros. Sus largas piernas perfectas, su cabellera hermosa, larga y de un dorado perfecto. Manos impecables y cuerpo escultural.
            La casa era muy bella, grande, iluminada y discreta. El personal llegaba temprano y se retiraba tarde. Tres automóviles diferentes esperaban en el garaje.
            Un cambio en la economía me dejó sin mi puesto en el banco y salí del apuro, cuando Ernesto me ofreció su taxi. ¡Sólo de noche! Claro, de día lo trabajaba él. Salí de 23 a 6 de la mañana. Difícil acostumbrarme a ese horario, pero Carmelita, mi esposa  trabajaba en una escuela y el salario era escaso.
            Ella, la vecina nueva jamás nos saludó y menos ahora que yo salía de noche con el taxi. Y un día, como por casualidad me mandan a un motel de lujo a buscar una pareja. El muchacho era joven y salió muy nervioso. Detrás, ¡Oh, sorpresa! Ella, nuestra vecina. Un sudor frío le recorrió la frente. Subió atrás y el hombre me pidió que la llevara a su casa, que el viajaba en unas horas. ¡Era el amante! Pero no mostré el más mínimo asombro. Me suplicó silencio. Yo le prometí discreción y secreto. Unas lágrimas le hicieron correr el rimel. Le pasé un pañuelo de papel y se secó las lágrimas.
            ¡Si mi marido sabe… me mata! Yo no la he visto, dije. La dejé en la puerta de su casa, luego de dar unas vueltas para que se tranquilizara. ¡Gracias!
            Ahora cuando sale me saluda afable. Y a mi esposa le dije que la traje del cine junto a unas amigas. ¡Cómo nadie se imagina, no quiero una muerte en mi conciencia!

UN AMOR IMPOSIBLE



PARECE QUE LA LUNA HA DESPERTADO DE SU SIESTA. SAYUNG CHIN. COREA

        Macarena despertó sorprendida cuando sintió ruidos extraños en la calle. Era como un silbido de barco o sirena de una fábrica cercana. Se asomó al ventanal y sólo vio un auto que araba con los neumáticos el cemento de la calle. Volvió al lecho y se acurrucó en su edredón. Era pleno invierno y si bien no había nevado aún, pronto se cubrirían los tejados, autos y jardines de nieve. Aletargada, sintió la tibieza de “Chispa” su gata. Ronroneaba y lamía su frente para demostrarle su amor incondicional. ¡Era su único amor! Su ex novio la dejó el verano anterior y se fue a trabajar a otro continente. Ella quedó con la utopía del regreso, pidiéndole perdón… pero nunca llegó; ni él, ni el perdón.
        Miró el reloj y era muy temprano para comenzar el día. El amanecer había moreteado las nubes como algodón apaleado. Sonrió cuando la gata bajó lánguida de la cama. Deslizó su pereza hacia la cocina y desapareció tras la puerta entre cerrada. Macarena haciendo un enorme esfuerzo se estiró para ir a la ducha. El agua caliente la animó. Su “cueva” estaba tibia como nido y se sintió agradecida a sus jefes, que le permitían mandar las investigaciones de negocio por Internet. También agradeció a la vida y a su Dios que le había permitido estudiar una carrera interesante y liberal.
        No ganaba mucho, pero lo que tenía en el banco le permitía vivir bastante bien, sin grandes alardes ni presunciones. Estaba tranquila. Su madre en una ciudad cercana solía venir los fines de semana y salían al cine o al teatro, luego a cenar en algún rincón donde no hubiera tantos comensales que interrumpieran su camaradería. ¡Desde que vino a la ciudad, comenzó a tener mejor trato y comprensión con ella! Antes discutían y solían decir cosas hirientes, por el pasado. Ahora eso había quedado atrás. Sola y sosegada, hacía su vida.
        Salió de la ducha, se secó el cabello con un aparato ruidoso y cuando caminaba hacia el dormitorio, escuchó el timbreo del aparato de la planta baja. Miró por la ventana, envuelta en la bata, y vio un coche de techo azul con letras blancas en la calle. Eran policías. Atendió por el fono de la cocina. Pedían hablar con las personas del edificio. Ella les dijo que debían esperar y que se identificaran dejando por le visor su identidad. Se vistió sin apuro y se maquilló levemente. Luego, hizo una oración pidiendo ayuda a sus ángeles guardianes y aceptó que subieran al departamento.
        “Chispa” se adelantó a olisquear a los que habían ingresado. Uno era un hombre obeso, calvo y de buen talante, sonreía y el otro, joven alto, inquieto y nervioso. Usaba anteojos oscuros a causa de la luz que entraba por el ventanal. La gata, se subió a los brazos del sillón donde se había sentado el varón mayor. Éste comenzó a hacerle mimos a Chispa, que ronroneaba feliz. Sonó el timbre y al abrir, apareció una mujer de mediana edad, muy seria y se precipitó dentro como si alguien la hubiera invitado. Se presentó a Macarena como la oficial inspectora Olivera. Advirtió que los otros dos nunca habían dicho su nombre.
        ¡Disculpen, pero sus nombres? Nunca han dicho sus nombres. La mujer hizo un gesto amable y ellos dieron su cargo: Inspector Correa y subinspector Forneri. ¡Bien qué necesitan! Olivera se adelantó insinuando que seguro la joven había escuchado o visto algo esa madrugada. Rotundamente No. Yo dormía hasta que los ruidos que hacía el portero me despertaron, más, había entrado a ducharme cuando logré oír un insistente sonido en la cocina del pequeño conserje eléctrico que tiene el edificio. Mintió. No quería complicarse en quién sabe que cosa ocurriera en su vecindario.
        Se miraron extrañados los tres policías. ¿No escuchó los disparos? ¿Han matado a dos personas casi en la puerta del edificio y usted dormía? ¡Qué extraño! Su vecino del departamento abajo sintió incluso, la huída de un automóvil. Y Macarena comenzó a mirarlos cual si fueran extraterrestres. ¡No, yo cuando duermo, duermo! Chispa, saltó y trató de subir al regazo de Olivera que con un gesto áspero la sacó. ¡Perdón, odio a los gatos! El atento Forneri, se acercó y tomó a Chispa con afecto y le hizo unas caricias. Macarena sonrió; le cayó bien ese muchacho. Él, se sacó los anteojos y ella se quedó muda, es un decir, al ver los ojos verdes del hombre. Bueno, bueno, creo que entre sueños escuché un silbido o una sirena, un ruido que no me llamó mucho la atención. Luego seguí durmiendo, no se qué hora era.
        ¡AH, bueno, algo es algo! Su vecino dice que eran más o menos las cuatro de la mañana. Que no había salido el sol todavía y Macarena recordó el poema: “Parece que la luna ha despertado de su siesta”, que había leído esa noche en un libro de poesía antigua coreana. Recordó el color violeta-malva en las nubes. Ahora había comenzado una suave nevisca. ¡Sí, puede ser! Pero nunca me asomé ni salí de mi lecho. Nada puedo decir. Olivera la miró con desdén. ¿Usted señorita…no trabaja?
        Mi nombre es Macarena Robles. Y trabajó en una empresa de Noruega. Mis jefes reciben por Internet mis investigaciones y me depositan en el banco Noruego, sucursal capital mi sueldo. Puedo darle mi clave si es tan importante. Forneri, carraspeó y se la pidió. La otra mujer se quedó sorprendida. ¿Para qué quiere este chico la clave? Pero no dijo nada.


        Salieron y al asomarse vio una camioneta que llevaba unos cuerpos. Chispa se había encaramado a su espalda. Desde abajo, Forneri la saludo con la mano. Ella se quedó espiando. Nada le dio la impresión que había conocido al que sería el amor de su vida.
         A la semana apareció en la pantalla de su computadora, un mensaje de Forneri. Se llamaba Pablo y le contaba algunos entretelones del hecho. Eran una pareja que tenían un romance prohibido y el marido despechado había tomado cartas en el asunto, matando a ambos. Macarena, buscó en los periódicos por Google y conoció toda la controvertida intriga del “affaire”. Dos días después  se presentó el joven y la invitó a salir. La llevó a un resto donde la calidad del lugar le encantó. Comió poco, como siempre y hablaron hasta que el chef los echó. Salieron bajo una nevada copiosa. Llegaron al departamento y ella lo invitó, pero él, declinó el convite. ¡Ya habrá tiempo!


TRAVESURAS EN MIS VIAJES

 ESCOCIA, UNA RUINA MUY ANTIGUA EN ALGÚN LUGAR DEL PASEO
EN UN MUSEO DE ITALIA, DELEITÁNDOME DE LOS GRANDESPINTORES 
EN EL BAZAR DE LAS ESPECIES DE TURQUÍA, EL JOVEN TRATÁNDOME DE VENDER "TODO" Y EL OTRO HACIENDO PAYASADAS. ¡LO IMPORTANTE ES VENDER!

MONÓLOGO INTERIOR


   Me siento como enjaulado. Hoy me he levantado tarde, como siempre, así nunca voy a llegar temprano a ningún lado. Viste minina, la vida es un ir y venir. Ayer la vi, estaba sentada en El Molino, con ese fulano, el pintorcito. Un segundón. Es cierto que yo con mi facultad nunca tenía tiempo para llevarla al teatro. Esta tarde tengo que ver los resultados de mi cultivo de bacterias. Ahora minina siento unas ganas locas de abrazarla, tocarle el hombro transportándole mi pereza a la espalda con mis manos húmedas por el calor de sus besos. Casi como si apretara una rosa recién cortada. Hablando de rosas, te acordás ese poema de Neruda, ese... a ver si recítalo, vos sabés a cual me refiero. Bueno sino te recordás no importa. Tal vez Buscaglia u Onetti. Sos una mimosa, gatita, igual que ella. Una gata. Me acuerdo cuando nos quedamos cocinando chuletas de cerdo con puré de manzanas. Me parece tener aun el sabor de sus besos con olor a hogar. En el hotel, te dije, ¿no? Hay una piba que se hace la artista, camina desde el amanecer vendiendo su sonrisa y yo, tonto como siempre, le compraría una semana de sonrisa para olvidarme de Ella. Ayer arreglé un poco acá pero soy un desastre, si estuviera ella, minina, comeríamos los salamines de mi tía leyendo a Cortazar y escucharíamos al Negro Lavié en Caño 14. O a Goyeneche...te acordás las noches en que me abrazaba en la cama porque tenía frío. La lectura era como la manta que nos cobijaba de la hambruna y de la soledad. Leer a Borges era una vestimenta para el desaliento y el frío. Sos tonta venir a refugiarte en mi cama. Sin el calor de su cuerpo es como un moretón en la espalda o el vientre. Su vientre era de seda y mostacillas. Me producía calor aun en los días de frío y la cobardía de no llegar a darle todo lo que se merecía. Me acuerdo de sus dedos metidos en su largo cabello castaño, parecían  colmillos finos de marfil. Su risa me penetraba la ingenuidad de creer que sería para siempre. No existe el para siempre. Salí de mi saco que tengo que salir para tomar el tren a La Lucila. Allá me espera Susana, no Susana del Piero no, eso es imposible. Susana una viejarda que me tiene preparado un buen asado de cerdo a la parrilla. Es una bióloga con la que estamos haciendo un trabajo. Quedate tranquila. Ya vuelvo. Me arreglaré, sin ella me arreglaré igual. Es difícil. Chau Gata, amiga.

OTRO INFIEL QUE DESPLAZA EL OLVIDO




            Apesta el olor a fritura en la galería. Los visillos se desdibujan sobre el corredor que lleva en damero a los fondos de la casa vieja. Hace calor y humedad. Las chicharras clamorean encaminando sus atractivos sexuales a las hembras. Un sopor manifiesto se despliega en los dormitorios sombríos. Lentos ventiladores perezosos se desdoblan en aspas gastadas con zumbidos de insectos invisibles, sobre las sábanas de algodón que clarean las sombras. Clavo de olor, canela y vainilla. Fantino yace semidesnudo bajo el sopor del ron y la cerveza. Noche tras noche amancebado con las busconas de Puerto las Rocas. Un vientecillo suave, mueve las cortinas de la puerta ventana, atrayendo aire con olor a río. Espanta las moscas y mosquitos, que en la oscuridad sacrifican su necesidad de sangre en la grosera piel del ajumado moreno.
            Temprano ha comenzado el ruido de los carros que llevan el pescado y los mariscos al mercado. El grito de los hombres que trabajan, no lo despiertan de sus interminables borracheras. Una gallina atrevida ingresa en la habitación en penumbra y picotea el piso donde hay restos mutilados de comidas derrochadas en la jarana. Nadie se atrevería como el ave a acercarse. Seguramente, un zapatazo sería la respuesta. Sin embargo, Nunila, escoba en mano limpia el patio de tierra, sacando hasta brillo al polvo. Su cadera gruesa, sostiene la enorme falda blanca de algodón con puntillas. Sus manos hábiles fabrican para ella y los extranjeros metros y metros de puntillas en la penumbra de la tarde cuando espera el grito de Fantino. Odia esa voz. Odia al hombre. Odia el mundo y a las hembras que venden su cuerpo a ese gordo infame y alcoholizado que está siempre tirado, fingiendo vivir, sólo para copular noche tras noche.
            Nunila, fue bella. Morena de ojos claros y largísimo pelo ondulado con brillo de perlas negras. Creyó en él. Creyó que la sacaba del infierno de su rancho, donde cada hombre era más y más bruto con el ron o la ginebra. Estaba allí, ahora, en las sombras de esa vieja casa que guardaba sus secretos. Antigua estirpe de otras épocas, donde el oro relucía entre los marrulleros comerciantes que atraían las minas del interior. Cada barco que atracaba, era un escándalo en el puerto. Atiborrado de mujerzuelas y borrachos. Gritos y peleas, que acababan en las zanjas con sangre de infelices nunca buscados por nadie. Marginales. Para Puerto las Rocas, no había una ley y si la había, nadie sabía cuál era. Nunila en silencio sobrevivía al horror de los sucesos. Callada, cocinaba plátanos fritos, mariscos y pescado, arroz con cerdo. Nunca le dio ni una moneda el Fantino, nunca. Sólo vivía de sus manualidades. Pagaba a las rameras con algunos billetes que conseguía de los extranjeros que se enamoraban de sus encajes. El ron y el alcohol, lo traía Amancio, dueño de las hembras. Ella era fiel. Salía con su turbante atando el pelo y la pollera suelta que le cubría hasta los tobillos. Ella no era igual a esas desheredadas que traían cada noche.
            A veces, se atrevía a los altos, por la escalera desvencijada y entraba en la gran alcoba de la señora Santina y abría los cofres cubiertos de mantos de seda. Se ponía uno de aquellos trajes de seda antiguo. Se sujetaba el pelo con peinetas de carey o nácar y usaba los aretes de oro y zafiros. Se transformaba en señora. En dama. Descalza caminaba sobre la alfombra de Persia. Se daba aire con el abanico de plumas de ave del paraíso. El espejo le devolvía un fantasma. Gloriosa en su belleza nativa. Majestuosa en su porte de reina. El mejor era el verde agua, con encaje de Bruselas. Las enormes enaguas de lino, aun conservaban la fortaleza del almidón y su cuerpo parecía una pintura arcaica de la colonia. Todo eso era de otro siglo. De otra vida. Después se desvestía, guardaba sus secretos y volvía a su vestido de algodón blanco y a su turbante. Nada sacaba para sí, su marido, si la viera, le daría tantos palos como pelos tenía en la cabeza. La señora Santina era la suegra, que cuidó hasta la muerte y que nunca la consideró esposa del hijo idealizado. ¡Si lo viera! Borracho todo el día. Follando cada noche con una o dos y hasta tres mestizas del puerto. Caería en otra apoplejía como la que sufrió cuando supo que su marido tenía una manceba… y con nueve hijos por ahí, en las afueras de Puerto las Rocas.
            Solía tomar el cuadro con el rostro de doña Santina y hablarle. Como le hablaba en el lecho, mientras le lavaba las heridas provocadas por las horas en el lecho, o los insectos. Otras veces, cuando le daba de comer en la boca, la madre, se negaba y una lágrima corría por su piel lechosa. Ella con un pañuelo de encaje las secaba mientras acariciaba sus manos. Igual, nunca la quiso. Nunca devolvió un gesto, una palabra, nada. Era mestiza. Su madre negra y su padre blanco de ojos claros. Por eso ella tenía esos ojos de cielo cambiante según se avecinaba la tormenta. Un día en la feria, tropezó con un hombre que le dijo:- “¡Hembra tienes ojos de mar tormentoso! ¡Sí que eres bella!- Huyó, Nunila, dejando la cesta con la compra sobre la mesa de madera en la calle, perdida. Perdida ella, en el temor de las palabras escuchadas. El extranjero trató de correr tras ella, que se perdió entre los callejones malolientes del puerto. Y lloró su destino. Entre los paraísos en flor, lloró su suerte.
            Al regresar a la casona, un grupo ruidoso de gente, entre ellos dos vecinos y el Amancio, la esperaban. Algo extraordinario había ocurrido. El marido, Fantino, había salido gritando por la calle y cayó como partido por un rayo en las piedras mugrientas. Balbuceaba algo. Una espuma blancuzca le burbujeaba entre los labios. Santina vino a buscarme, Mamá, y dando un revolcón en la tierra, perdió el conocimiento. Sus ojos en blanco y sus uñas amoratadas, como lo que se podía ver de los labios, fueron lo último que se vio, antes de pasar a otra vida.
            Nunila, con el señorío de siempre y su silencio, redujo todo a un sepelio corto. Sin ruido y sin llantos equívocos. Pocos fueron a acompañarla. ¡Mejor!
            Una semana después, limpió la casa. Pintó con cal cada habitación, lavó y cepilló cada ventana, mueble y piso, dejando que la luz de la vida regresara a la vivienda. Se transformó en la dama que era. Con las telas de los vestidos de doña Santina, se hizo ropa acorde a la época, se colocó el cabello con las peinetas de su suegra y habilitó el salón, para que allí se aprendiera a fabricar los encajes que ella sabía confeccionar. Pronto las muchachas de otros barrios llegaron a aprender. El murmullo de las voces juveniles, le cambió el tono a la zona.
            Un atardecer, sentada Nunila en la galería, vio bajar por la escalera a doña Santina, con su mejor traje de seda amarillo pálido, le tomó la mano y dejó en el hueco de ambas, una caja llena de joyas, que la muchacha nunca supo que existían. Luego le dio un beso en la frente y salió por la galería desapareciendo entre los jazmines.   

OTRORA ERA AMOR


Tener en las manos pétalos de seda
besos tibios con sabor a niebla
pasto azul de espuma   de trigales
que se recuestan en sueños  volando a un confín de oro
dunas escarpadas con aljibes secos.
Palabras sin néctar de duraznos violetas
mariposas pobladas de sangre de planetas
brillante noche en riesgo de una guerra perpetua
sin otro hogar que un silbo del viento
ojos prendidos a pájaros de hielo
nácar que atraviesa un jardín de tormentas
donde la diosa del amor moviliza una gema de fuego
en la mirada de los hombres
con ráfagas doradas de belleza y
en el cuerpo ejercitando la promesa de un amor
apasionado que procrea lirios