Si no estoy
en el peldaño de la escalera de mármol
Si camino
sobre el pasto verde y la quimera
Si me
siento junto a los juncos en flor de la terraza
Voy a
cambiar el día en noche
La noche en
día y el otoño en primavera.
La voz será
un tañer de campanillas de cristal
Las piedras,
blandas calandrias alejando la vigilia
Los perales
darán almendras dulces y camelias
Me dejarán
mentir el sabor de los perdones
Me darán
pie a las lágrimas de miel
Me
depararán un rincón donde duermen los duendes
Me
visitarán los fantasmas que se esconden.
Me pararé
en la cornisa de la iglesia a tocar a vuelo
Las
campanas serán el llamado de la brisa en la mañana
Un coro de
grillos llamarán con sus rutinas a las hembras
Me
repartirán globos rojos, azules y amarillos.
Ya será la
hora de guardar la cítara y las hojas en blanco
Los poemas
dormirán su sopor de maestría ajena
Cantaré
como cuando era una joven pintora de la vida
Marcando
con mis plumas alas de serafines y doncellas.
Ahora esa
marejada de espuma me lleva al mar
A caminar
en la arena del silencio, de la risa
Mis ojos
opacados por la edad serán libres de ver lo arcano.
Los
secretos de la vida que pasa sin preguntas
Atraparán
mi cuerpo en un abrazo de pétalos azules.
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