lunes, 20 de abril de 2020

LUJURIA




Corrió detrás gritando, no quería que se fuera su enamorado. Le había prometido una vida de ensueño, de novela. Se trepó a sus brazos apretó sus piernas alrededor de la cintura  y  lo  rodeo de besos. La mujer  parada a la distancia abrió los brazos en cruz. Su imagen quedó cincelada en bruma y carne. Él, lentamente regresó. La niña estaba tibia de sonrisas. La mujer contuvo  una lágrima de fuego, sabía que al regresar él, su vida volvería a ser una carga de roca incandescente. Antes había vivido algo semejante. Luego los golpes y la ira. La violación constante. Entró prendió la lámpara. Estiró un mantel a cuadros y distribuyo tres  platos sobre la mesa. Sabía que esa noche los brazos de la nieta estarían en los brazos sedientos de pasión del que fue su hombre. No podía impedirlo. Pensó en la cuchilla con la que había hecho un tajo en la batea y lo escondió. La Lorena, no iba a ser mancillada como ella. Les sirvió el puchero. Él, bebió en abundancia con los ojos puestos en la niña. La carne fresca, rosada y suave de Lorena era el lujo que había conquistado. Se la comía a besos. ¡Esa noche sería su regalo! No sabía que la mujer… tenía asegurado el fin de esa vida.


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