Corrió detrás gritando, no quería que se fuera su
enamorado. Le había prometido una vida de ensueño, de novela. Se trepó a sus
brazos apretó sus piernas alrededor de la cintura y
lo rodeo de besos. La mujer parada a la distancia abrió los brazos en
cruz. Su imagen quedó cincelada en bruma y carne. Él, lentamente regresó. La
niña estaba tibia de sonrisas. La mujer contuvo
una lágrima de fuego, sabía que al regresar él, su vida volvería a ser
una carga de roca incandescente. Antes había vivido algo semejante. Luego los
golpes y la ira. La violación constante. Entró prendió la lámpara. Estiró un
mantel a cuadros y distribuyo tres
platos sobre la mesa. Sabía que esa noche los brazos de la nieta
estarían en los brazos sedientos de pasión del que fue su hombre. No podía
impedirlo. Pensó en la cuchilla con la que había hecho un tajo en la batea y lo
escondió. La Lorena ,
no iba a ser mancillada como ella. Les sirvió el puchero. Él, bebió en
abundancia con los ojos puestos en la niña. La carne fresca, rosada y suave de
Lorena era el lujo que había conquistado. Se la comía a besos. ¡Esa noche sería
su regalo! No sabía que la mujer… tenía asegurado el fin de esa vida.
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