¿Quién te trajo a mí? Me pregunté
hoy caminando por la calle trajinada de
gente Cuando asomaste por la inmensa ventana de mi vida como la máscara angelical de un torbellino; llamaste a mi
corazón y un aleteo febril de estrellas ingresó a mi mundo de doméstica
tranquilidad.
Conocí cada una de tus inquietudes de muchacha
llena de voracidad por tragarse el mundo, la vida y conocer el país de las
palabras. Caminaste como un ciervo en sus praderas. Comiste hasta la última
gota de néctar de las flores, los frutos fueron los que llenaron el brocal de
tus palabras. Cada vez que nos sentamos
a practicar quedó una sombra de estrellas entre las frases que bailaban su
danza esperanzada.
Algo sucedió y se cayó una gota de
sol. Un reflejo de luna. Una mirada se prendió de la
telaraña del otoño... y se quedaron
colgadas las palabras entre las ramas como fantasmas guerreros.
Ahora envejece el silencio de tanto
escuchar las palabras... eco de suspiros por tu huída reciente.
Tu duende juega con mi insomnio cada
noche cuando te repienso amiga. Un rosal con tu nombre sonríe en octubre. Y el
otoño será un recuerdo imborrable en mi vida.
Te amé y me amaste. Ya no estás y tu
huída dejó mi corazón maltrecho. Eras un hálito de verano en mi vejez. Adiós.
Te duermo en mi memoria.
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