jueves, 9 de abril de 2020

DETRÁS DE LA VIDA




Detrás de nuestra luna, inmaculada que ilumina la alcoba,

duerme la nostalgia del día de los besos entre cielos e infiernos.

Detrás del solsticio de verano, serena y triunfal, estará la peonía

buscando los colores del refugio incierto, vagabunda  en la noche.

Detrás, el alivio producido en la carne perfumada de lluvia,

quedará la herida profunda del silencio. Haremos un santuario.

Allí, detrás de la hendija que dejó en la conciencia un suspiro,

una brecha de hielo, una copiosa fuente de vino añejo y ámbar.

Allí, en la orilla de nuestro ayer alegre, sobre el perfil del muro

donde cayó la vigilia, amaneció el verano plagado de frutales.

Allí, donde dejamos las manos trenzadas entre algas y arenas movedizas

cambiando la tristeza, trocando la música estridente por otra melodía.

Ahora es tiempo de recuerdos. Es tiempo de despertar con el alma

cubierta de jirones de risas y lágrimas errantes en la madrugada.

Detrás estarán las reliquias con motes y renombres de un amor olvidado,

en cofre de esmeralda y sellos apretados con insignia de fuego.

Detrás está la sombra. Los manteles bordados y la antigua vajilla,

los cubiertos de plata con sueños de otro tiempo. Un pasado muerto.

Tú, con tu alter ego escondido en los pliegues de la frente y las manos.

Yo, con la tristeza a cuesta por la gente perdida en  viejos recovecos.

Ahora, la mañana que se abre entre brisas y helechos de silencio.

¿Qué nos espera ahora? La siesta que adormece en un lecho agrietado.

Una voz de palabras pesadas y un cuaderno cerrado con señas perdidas.

Sigamos caminando, la calle es larga y detrás hay una aurora esperando.



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