miércoles, 15 de abril de 2020

UN AMOR IMPOSIBLE



PARECE QUE LA LUNA HA DESPERTADO DE SU SIESTA. SAYUNG CHIN. COREA

        Macarena despertó sorprendida cuando sintió ruidos extraños en la calle. Era como un silbido de barco o sirena de una fábrica cercana. Se asomó al ventanal y sólo vio un auto que araba con los neumáticos el cemento de la calle. Volvió al lecho y se acurrucó en su edredón. Era pleno invierno y si bien no había nevado aún, pronto se cubrirían los tejados, autos y jardines de nieve. Aletargada, sintió la tibieza de “Chispa” su gata. Ronroneaba y lamía su frente para demostrarle su amor incondicional. ¡Era su único amor! Su ex novio la dejó el verano anterior y se fue a trabajar a otro continente. Ella quedó con la utopía del regreso, pidiéndole perdón… pero nunca llegó; ni él, ni el perdón.
        Miró el reloj y era muy temprano para comenzar el día. El amanecer había moreteado las nubes como algodón apaleado. Sonrió cuando la gata bajó lánguida de la cama. Deslizó su pereza hacia la cocina y desapareció tras la puerta entre cerrada. Macarena haciendo un enorme esfuerzo se estiró para ir a la ducha. El agua caliente la animó. Su “cueva” estaba tibia como nido y se sintió agradecida a sus jefes, que le permitían mandar las investigaciones de negocio por Internet. También agradeció a la vida y a su Dios que le había permitido estudiar una carrera interesante y liberal.
        No ganaba mucho, pero lo que tenía en el banco le permitía vivir bastante bien, sin grandes alardes ni presunciones. Estaba tranquila. Su madre en una ciudad cercana solía venir los fines de semana y salían al cine o al teatro, luego a cenar en algún rincón donde no hubiera tantos comensales que interrumpieran su camaradería. ¡Desde que vino a la ciudad, comenzó a tener mejor trato y comprensión con ella! Antes discutían y solían decir cosas hirientes, por el pasado. Ahora eso había quedado atrás. Sola y sosegada, hacía su vida.
        Salió de la ducha, se secó el cabello con un aparato ruidoso y cuando caminaba hacia el dormitorio, escuchó el timbreo del aparato de la planta baja. Miró por la ventana, envuelta en la bata, y vio un coche de techo azul con letras blancas en la calle. Eran policías. Atendió por el fono de la cocina. Pedían hablar con las personas del edificio. Ella les dijo que debían esperar y que se identificaran dejando por le visor su identidad. Se vistió sin apuro y se maquilló levemente. Luego, hizo una oración pidiendo ayuda a sus ángeles guardianes y aceptó que subieran al departamento.
        “Chispa” se adelantó a olisquear a los que habían ingresado. Uno era un hombre obeso, calvo y de buen talante, sonreía y el otro, joven alto, inquieto y nervioso. Usaba anteojos oscuros a causa de la luz que entraba por el ventanal. La gata, se subió a los brazos del sillón donde se había sentado el varón mayor. Éste comenzó a hacerle mimos a Chispa, que ronroneaba feliz. Sonó el timbre y al abrir, apareció una mujer de mediana edad, muy seria y se precipitó dentro como si alguien la hubiera invitado. Se presentó a Macarena como la oficial inspectora Olivera. Advirtió que los otros dos nunca habían dicho su nombre.
        ¡Disculpen, pero sus nombres? Nunca han dicho sus nombres. La mujer hizo un gesto amable y ellos dieron su cargo: Inspector Correa y subinspector Forneri. ¡Bien qué necesitan! Olivera se adelantó insinuando que seguro la joven había escuchado o visto algo esa madrugada. Rotundamente No. Yo dormía hasta que los ruidos que hacía el portero me despertaron, más, había entrado a ducharme cuando logré oír un insistente sonido en la cocina del pequeño conserje eléctrico que tiene el edificio. Mintió. No quería complicarse en quién sabe que cosa ocurriera en su vecindario.
        Se miraron extrañados los tres policías. ¿No escuchó los disparos? ¿Han matado a dos personas casi en la puerta del edificio y usted dormía? ¡Qué extraño! Su vecino del departamento abajo sintió incluso, la huída de un automóvil. Y Macarena comenzó a mirarlos cual si fueran extraterrestres. ¡No, yo cuando duermo, duermo! Chispa, saltó y trató de subir al regazo de Olivera que con un gesto áspero la sacó. ¡Perdón, odio a los gatos! El atento Forneri, se acercó y tomó a Chispa con afecto y le hizo unas caricias. Macarena sonrió; le cayó bien ese muchacho. Él, se sacó los anteojos y ella se quedó muda, es un decir, al ver los ojos verdes del hombre. Bueno, bueno, creo que entre sueños escuché un silbido o una sirena, un ruido que no me llamó mucho la atención. Luego seguí durmiendo, no se qué hora era.
        ¡AH, bueno, algo es algo! Su vecino dice que eran más o menos las cuatro de la mañana. Que no había salido el sol todavía y Macarena recordó el poema: “Parece que la luna ha despertado de su siesta”, que había leído esa noche en un libro de poesía antigua coreana. Recordó el color violeta-malva en las nubes. Ahora había comenzado una suave nevisca. ¡Sí, puede ser! Pero nunca me asomé ni salí de mi lecho. Nada puedo decir. Olivera la miró con desdén. ¿Usted señorita…no trabaja?
        Mi nombre es Macarena Robles. Y trabajó en una empresa de Noruega. Mis jefes reciben por Internet mis investigaciones y me depositan en el banco Noruego, sucursal capital mi sueldo. Puedo darle mi clave si es tan importante. Forneri, carraspeó y se la pidió. La otra mujer se quedó sorprendida. ¿Para qué quiere este chico la clave? Pero no dijo nada.


        Salieron y al asomarse vio una camioneta que llevaba unos cuerpos. Chispa se había encaramado a su espalda. Desde abajo, Forneri la saludo con la mano. Ella se quedó espiando. Nada le dio la impresión que había conocido al que sería el amor de su vida.
         A la semana apareció en la pantalla de su computadora, un mensaje de Forneri. Se llamaba Pablo y le contaba algunos entretelones del hecho. Eran una pareja que tenían un romance prohibido y el marido despechado había tomado cartas en el asunto, matando a ambos. Macarena, buscó en los periódicos por Google y conoció toda la controvertida intriga del “affaire”. Dos días después  se presentó el joven y la invitó a salir. La llevó a un resto donde la calidad del lugar le encantó. Comió poco, como siempre y hablaron hasta que el chef los echó. Salieron bajo una nevada copiosa. Llegaron al departamento y ella lo invitó, pero él, declinó el convite. ¡Ya habrá tiempo!


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