sábado, 11 de abril de 2020

LA NUBE DE TU CAMISA


LA NUBE DE TU CAMISA TRABA TUS LINDAS PIERNAS. Cuento.

El castigo será cruel. Piensa que el padre supone que siempre será el dueño de su vida. Si advierte que ella tiene un secreto se volverá loco.
Suenan las campanadas del reloj de carillón que preside el salón. Es una herencia de los abuelos y le temo. La abuela nunca pudo imaginar que, atraviesa con el sonido cada instante de dolorosa soledad en esa casa. Otra vez se ha escapado. Se desliza por una breve brecha que se abre entre la puerta y el cancel de cristales profusos.
Su padre, el que la ha criado, es un hombre cruel, egoísta y no permite que las “mujeres” de la familia vivan nada sin permiso. Cosa que nunca da. Ya ha cumplido treinta años y ligera de emociones se permite una pequeña locura. Simple cosa para sobrevivir al personalismo férreo que incrusta con todas sus manías. Fóbico e irracional fue viendo nacer canas en el cabello castaño de la muchacha que adoptara al casarse con Julieta, su madre viuda.
Ella sin carácter dejó hacer a despecho de crueles pláticas de amigos y ex compañeros.  Su padre muerto en combate ya no era sino sombras. Ligera de emociones nunca tuvo la oportunidad de hacer con libertad una vida.
El tiempo puebla su piel y su figura con marcas casi imperceptibles. La mirada celeste es un lago profundo de nostalgia que se va cubriendo de tristeza. Inventó tantos sueños como su inteligencia le permitió.
Ha leído en el periódico la existencia de una academia de danza y su mente cabalga por el precioso valle de la esperanza. Inicia así la aventura de escaparse a la hora más intensa de la noche. Chirria el piso de madera y su gato maúlla alborozado cubriendo su pisada. Ella queda paralizada. Nada. Sonríe agradecida al felino que ronronea sin alarde entre sus piernas. Su padrastro ronca y el ritmo de los pulmones anuncia la profundidad del sueño. Se desliza por la alfombra en sombras hasta el pie de la cama. Desabrocha el abrigo y se desploma sobre las formas femeninas una larga camisa de seda azul que la envuelve como enorme pétalo de lirio. Sus piernas blancas resaltan el nacarado de la piel desnuda. Recuerda asombrada y palpitante las palabras de su joven profesor.
“Abril, la nube azul de tu camisa traba tus lindas piernas que como dos rosas blancas acarician el suelo” Riéndose siguió dando vueltas y vueltas en el mármol blanco donde aprendía a deslizarse como una libélula. En su pecho cayó una lágrima de felicidad. Sintió por primera vez el sabor agridulce de ser mujer. De ver en los grandes espejos que aun podía palpitar, no con ese hombre que carecía de masculinidad pero que sí tenía el sentido estético exacerbado.
        Ya en su dormitorio se deja llevar por el recuerdo. Se mira al espejo y éste le devuelve la imagen de una muchacha que tiene aún una buena figura. Se recoge el cabello entrecano, y corona su frente con una guía de flores de seda. Cuando alza la vista siente la cachetada que la tira sobre el piso de la habitación. Un hilo de sangre comienza a brotar de su labio inferior. El sabor de sangre la empuja. Toma su abrigo y como puede se incorpora. Camina hacia la puerta de salida. Lo último que oye es una palabrota de la boca siempre grosera de su padrastro y sale envuelta en la camisa azul y sangre. Afuera la espera la vida.

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