lunes, 10 de agosto de 2020

HA AMANECIDO DE NUEVO SOBRE LA CIUDAD DORMIDA...



                        Un verdadero caos había desencadenado la llegada de Tomás, el joven escultor. Casi todo el pueblo  estaba ansioso. La llegada del joven fue en principio un rumor de incredulidad y visible temor a los cambios. Desde 1958, todos los que partieron a estudiar a la capital nunca habían regresado y sólo llegaban cuando moría un familiar directo o para refugiarse ante un problema grave, ya fuera económico ya político. La verdad que una vez resuelto, regresaban a su amada y trajinada capital. Tomás había vuelto  y aseguró que trabajaría allí para siempre.
                        Apenas llegó un grupo de damas del club lo invitó a mostrar sus trabajos. Él aseguró que en pocas semanas  les haría una exposición. Trabajó con ahínco y en una total y misteriosa soledad. Algunas madres convencieron a sus hijas que él era un  excelente candidato para casarse y que debían aprender de arte. De repente todas las muchachas del pueblo partieron a la biblioteca del colegio a estudiar sobre arte y escultura. Así todas supieron el nombre de Rodín, de Lola Mora y de los italianos del cuatrocientos.
                        El día tan esperado, llegó y todo el pueblo se vistió de gala y se acercó al club, donde cubiertas con sábanas blancas se adormecían varias esculturas. El cura párroco dijo algunas palabras sobre la importancia de la cultura y del arte que siempre había protegido la "Santa Iglesia", así entre una copa de sidra y un jugo de fruta, llegó el esperado momento... Cada una de las socias se abalanzó sobre las cintas y comenzó a tirar para destapar. ¡Un grito surgió de las pudorosas gargantas y una estertórea carcajada de los labios de los jóvenes...! Tomás había tallado enormes cuerpos desnudos en mil planos y extraños movimientos. Horrorizadas las madres se retiraron del local  arrastrando a hijas y viejos maridos indignados, el sacerdote rugió esgrimiendo una Biblia y sacudiendo con agua bendita a todos los presentes. Tomás miraba incrédulo tanta fobia y hostilidad. Una lágrima corrió por sus pálidas mejillas y descubrió, por qué los otros jóvenes no regresaban al pueblo. Él con esas obras de arte había ganado varios primeros premios en la capital y en el exterior. Cerró los ojos y se alejó lentamente y solo. Caminó toda la noche sabiendo que eso era su despedida y cuando llegó a su casa había amanecido sobre la ciudad dormida.

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