Soñé en la soledad de
mi conciencia
un universo de
esperas sin espinas.
Soñé con un océano de
estrellas
y sólo encontré
arduos silencios baladíes.
Estoy sola, es
cierto.
No hay un instante
lúcido
ni un mañana de arco
iris y sonrisas.
Sola, con mi
esperanza marchita y destrozada y
un espejo hecho
añicos,
que refleja el
incómodo infinito.
Estoy sola, más sola
aún que en el amanecer de invierno.
Y me envuelve una
noche sombría y despoblada.
La espera será inapelable.
Un triunfal destello
de gélida caricias
que se van de mis
manos hacia la nada.
En mi alma
soñadora...
Un rebrote de sueños
se empinó, ¡qué desatino!,
creí amanecer en un
breve destello de pétalo ambarino.
Tan pétrea mi
esperanza dormida entre los sueños,
tan intangible esfera
de rosa sazonada,
perfil de nacarada
espuma misteriosa,
nacida de la luz y
del milagro.
Esperaré activa en mi
amor laborioso.
Esperaré que brille
un astro en lo infinito.
Llamaré por su nombre
lo innombrable
y tal vez un destello
de voz resonará en la aurora
y responderá, tal
vez, ese sueño que ha nacido.
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