A la saga de un centauro correremos...
me dijiste empinando mi cuello sobre el muro
de espejos de la
alcoba
el mundo pareció
descalabrarse en estallidos
caían rastros de
tormentas en el lino blanco de la cama
fuego mucho fuego de antorchas
destruyendo la
calma de nuestro paraíso.
Y el paraíso se
transformó en un mar embravecido.
Cada ola era una
ráfaga de pétalos de suave terciopelo,
donde una mano
atrapaba los suspiros.
Hoy somos un
puñado de loicas que cantan lejos
y los nidos
están desparramados como fuentes sin agua.
Me dijiste haz
silencio mientras besamos la piel
mientras vemos el sol apagarse tras los muros.
Las montañas se
abren en bramidos rotundos y voraces.
La nieve cae
entre las sábanas que lloran el néctar
de tus
besos y mis besos que perdimos en la
noche.
¡Mira el
centauro que nos quiere tentar con sus rugidos!
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