Desde las azafatas del avión con su extraño y bello uniforme, hasta los
personajes que viajaban cerca de mi butaca, me parecieron que entraba al
espacio de “Las mil y una noches”. Es un país extraño, según lo que luego
averigüé, fue un desierto y ahora tiene como New York edificios gigantes, lujo
por doquier y poca gente.
Antes, todos se movían a lomo de camellos y dromedarios y hoy van en
lujosos autos de marcas carísimas. Me contaron que en principio eran cinco
Jeques que se unieron luego dos más y se armó un territorio enorme. ¡La unión
hace la fuerza! Y allí se nota.
La bandera fue creada por un niño de dieciocho años en un concurso
escolar y es preciosa. El hotel: un lujo. Todos los días ponían orquídeas en
los floreros. Yo que amo esas flores me sentían una reina. El trato del
personal, maravilloso.
Estaba una tarde sentada tomando un rico café en el bar (No se venden
bebidas alcohólicas) y vi parado un joven de unos treinta años con su ropa
blanca y su turbante a cuadros marrón y blanco, que me miraba y no atinaba a
hablarme. ¡Soy mujer, claro! Venía a buscarme junto a mi hermana par ir al
desierto a un toldo beduino entre dunas, camellos y comida típica. Como soy
mayor y viajada, me paré y le hablé: ¿Usted busca a las argentinas? Sí, señora. Perfecto español. Bueno ya llamo a
mi hermana. ¡Sonrisa amplia! Y allá fuimos en una especie de jeep, que nos
metía entre las dunas como si estuviéramos en la carrera de Fórmula Uno. ¡Mamá,
que manera de zarandearnos! Ya el sol caía sobre el desierto y llegamos a un
recinto formado por carpas beduinas. En el centro una especie de plató o peana,
cubierta por alfombras, rodeada de mesas bajas con muchos almohadones para
poder sentarse. Unos jóvenes igualmente vestidos de blanco y turbantes: blanco
y negro, nos trajeron agua y té, y algunas dulzuras que yo no probé y mi
hermana que ama los dátiles comió feliz. Luego nos trajeron un arroz con
vegetales. ¡Sabroso! y Finalmente salió a bailar un muchacho con un extraño
traje que con el crepúsculo brillaba con luces de colores. Los tamboriles y un
instrumento típico, sonaba por los altavoces. Ya lo había visto en Egipto y en
Turquía. ¡Es un baile típico de los árabes! Finalmente apareció una joven
bailarina que hizo gala de su belleza con la danza del vientre y las espadas.
Yo sé, que son extranjeras que contratan para los turistas, ya que por
religión, los musulmanes no permiten a sus mujeres ese tipo de exposición.
Cuando ya entrada la noche salimos de allí, la luna en el desierto me
transportó al país de los sueños. ¡Es muy bello ese paisaje!
Lo que más me hizo repensar los diferentes modos de vivir de cada país
fue lo siguiente: tomé un taxi para ir a un centro comercial fabuloso. Compré
unos regalos para mis hijos y nietos. Al salir tomé otro vehículo para regresar
al hotel y ¡OH sorpresa! El chofer no hablaba ningún idioma que yo pudiera
interpretar. No hablo inglés pero chapuceo algunas palabras, hablo italiano y
algo de francés, como algo de portugués. ÉL, Nada. Para colmo noté que estaba
perdido. Tengo la costumbre de llevar conmigo siempre una tarjeta del Hotel,
por las dudas. Cómo pude le pregunté en
mi mínimo inglés cuál era su país de origen: Nepal. ¿Cuánto tiempo
estaba viviendo en Dubai? Diez días…
¡AY! Dije, ¿Ahora cómo hago? Paró el reloj del taxi, descendió y habló con otro
chofer que como pudo le explicó como llegar. Lloraba. Yo sabía por un joven
indio que son muy estrictos con los empleados y los deportan por cualquier
error. Al fin llegamos al hotel. Me mostró el reloj del taxi y yo que sabía que
costaba el doble le pasé ochenta en lugar de cuarenta. ¡Me besó la mano! Pobre
hombre, siempre voy a recordar su temor a regresar sin el verdadero gasto del
auto. Pero como cristiana, no puedo ser inmune al dolor ajeno.
Me llevaron a ver joyerías. ¿Mi Dios, cuánto oro! No alcanzaría mi vida
toda para lucir la cuarta parte de esas joyas. Según imagino las damas de
“negro” las usan debajo de sus túnicas. ¡Hasta hay chalecos en cota de malla de
oro, como en el medioevo! Los perfumes son maravillosos, son esencias de flores
muy persistentes y deliciosas. Por temor a no poder ingresar en los aeropuertos
un frasco no compré y me quedé con muchos deseos de tener uno de esos preciosos
envases de perfumes que vi. Sólo me atreví a adquirir unas miniaturas de
perfumes que colecciono.
En un lago hay un juego de luces, música y agua que danzan en las
orillas de los restaurantes y paseos. ¡Muy bellos!
En el aeropuerto de Dubai, tuvimos que esperar varias horas y me sentí
una paria. No había sillas para mujeres junto a las de los hombres. Se hacían a
un costado o se salían de nuestro lado si nos atrevíamos a sentarnos cerca. A
veces pienso que esos señores, que respeto, tienen madres, esposas, hermanas e
hijas… No creo que les guste que un señor las desprecie por ser mujeres. Por
eso todas las bellezas de su tierra, pierde frente a estas pequeñas cosas que
no entendemos las viajeras. ¡Y yo, tengo 74 años! Imagino si fuera joven, linda
y llamativa. ¡Me hubieran tapado con una manto hasta el piso, ja, ja, ja!
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