miércoles, 19 de agosto de 2020

¡Y UN DÍA ATERRICÉ EN DUBAI!




Desde las azafatas del avión con su extraño y bello uniforme, hasta los personajes que viajaban cerca de mi butaca, me parecieron que entraba al espacio de “Las mil y una noches”. Es un país extraño, según lo que luego averigüé, fue un desierto y ahora tiene como New York edificios gigantes, lujo por doquier y poca gente.
Antes, todos se movían a lomo de camellos y dromedarios y hoy van en lujosos autos de marcas carísimas. Me contaron que en principio eran cinco Jeques que se unieron luego dos más y se armó un territorio enorme. ¡La unión hace la fuerza! Y allí se nota.
La bandera fue creada por un niño de dieciocho años en un concurso escolar y es preciosa. El hotel: un lujo. Todos los días ponían orquídeas en los floreros. Yo que amo esas flores me sentían una reina. El trato del personal, maravilloso.
Estaba una tarde sentada tomando un rico café en el bar (No se venden bebidas alcohólicas) y vi parado un joven de unos treinta años con su ropa blanca y su turbante a cuadros marrón y blanco, que me miraba y no atinaba a hablarme. ¡Soy mujer, claro! Venía a buscarme junto a mi hermana par ir al desierto a un toldo beduino entre dunas, camellos y comida típica. Como soy mayor y viajada, me paré y le hablé: ¿Usted busca a las argentinas?  Sí, señora. Perfecto español. Bueno ya llamo a mi hermana. ¡Sonrisa amplia! Y allá fuimos en una especie de jeep, que nos metía entre las dunas como si estuviéramos en la carrera de Fórmula Uno. ¡Mamá, que manera de zarandearnos! Ya el sol caía sobre el desierto y llegamos a un recinto formado por carpas beduinas. En el centro una especie de plató o peana, cubierta por alfombras, rodeada de mesas bajas con muchos almohadones para poder sentarse. Unos jóvenes igualmente vestidos de blanco y turbantes: blanco y negro, nos trajeron agua y té, y algunas dulzuras que yo no probé y mi hermana que ama los dátiles comió feliz. Luego nos trajeron un arroz con vegetales. ¡Sabroso! y Finalmente salió a bailar un muchacho con un extraño traje que con el crepúsculo brillaba con luces de colores. Los tamboriles y un instrumento típico, sonaba por los altavoces. Ya lo había visto en Egipto y en Turquía. ¡Es un baile típico de los árabes! Finalmente apareció una joven bailarina que hizo gala de su belleza con la danza del vientre y las espadas. Yo sé, que son extranjeras que contratan para los turistas, ya que por religión, los musulmanes no permiten a sus mujeres ese tipo de exposición. Cuando ya entrada la noche salimos de allí, la luna en el desierto me transportó al país de los sueños. ¡Es muy bello ese paisaje!
Lo que más me hizo repensar los diferentes modos de vivir de cada país fue lo siguiente: tomé un taxi para ir a un centro comercial fabuloso. Compré unos regalos para mis hijos y nietos. Al salir tomé otro vehículo para regresar al hotel y ¡OH sorpresa! El chofer no hablaba ningún idioma que yo pudiera interpretar. No hablo inglés pero chapuceo algunas palabras, hablo italiano y algo de francés, como algo de portugués. ÉL, Nada. Para colmo noté que estaba perdido. Tengo la costumbre de llevar conmigo siempre una tarjeta del Hotel, por las dudas. Cómo pude le pregunté en  mi mínimo inglés cuál era su país de origen: Nepal. ¿Cuánto tiempo estaba viviendo en Dubai?   Diez días… ¡AY! Dije, ¿Ahora cómo hago? Paró el reloj del taxi, descendió y habló con otro chofer que como pudo le explicó como llegar. Lloraba. Yo sabía por un joven indio que son muy estrictos con los empleados y los deportan por cualquier error. Al fin llegamos al hotel. Me mostró el reloj del taxi y yo que sabía que costaba el doble le pasé ochenta en lugar de cuarenta. ¡Me besó la mano! Pobre hombre, siempre voy a recordar su temor a regresar sin el verdadero gasto del auto. Pero como cristiana, no puedo ser inmune al dolor ajeno.
Me llevaron a ver joyerías. ¿Mi Dios, cuánto oro! No alcanzaría mi vida toda para lucir la cuarta parte de esas joyas. Según imagino las damas de “negro” las usan debajo de sus túnicas. ¡Hasta hay chalecos en cota de malla de oro, como en el medioevo! Los perfumes son maravillosos, son esencias de flores muy persistentes y deliciosas. Por temor a no poder ingresar en los aeropuertos un frasco no compré y me quedé con muchos deseos de tener uno de esos preciosos envases de perfumes que vi. Sólo me atreví a adquirir unas miniaturas de perfumes que colecciono.
En un lago hay un juego de luces, música y agua que danzan en las orillas de los restaurantes y paseos. ¡Muy bellos!
En el aeropuerto de Dubai, tuvimos que esperar varias horas y me sentí una paria. No había sillas para mujeres junto a las de los hombres. Se hacían a un costado o se salían de nuestro lado si nos atrevíamos a sentarnos cerca. A veces pienso que esos señores, que respeto, tienen madres, esposas, hermanas e hijas… No creo que les guste que un señor las desprecie por ser mujeres. Por eso todas las bellezas de su tierra, pierde frente a estas pequeñas cosas que no entendemos las viajeras. ¡Y yo, tengo 74 años! Imagino si fuera joven, linda y llamativa. ¡Me hubieran tapado con una manto hasta el piso, ja, ja, ja!


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