Cuando me invitaron a conocer Brasilia, alguien se rió. ¡Es una ciudad
en medio de la nada, que no tiene nada más que el Congreso y los poderes
políticos! Es mentira. Brasilia es hermosa, pensada no para este siglo, pensada
para el futuro en un país, maravilloso que conozco bastante y que es enorme.
Los arquitectos Oscar Niemeyer y Lucio Costa fueron los que la soñaron y
la crearon con visión de futuro a dos mil años.
Cuando la pensaron le dieron forma de un avión gigante. En lo que es el
fuselaje están los edificios nacionales más hermosos que receptan al congreso,
a los ministerios y a la
Catedral y Bautisterio que son una verdadera obra de arte. En
las alas se han creado los edificios urbanos de viviendas para los habitantes.
Acá paso a relatarles mi gran experiencia y anécdota. Junto a dos
escritoras colombianas y una peruana, que es una magnífica poeta y médica,
estábamos conociendo esa belleza que es la Catedral obra de Niemeyer (comunista y ateo) que
deja la boca abierta por el fervor puesto en su creación, al salir a pleno sol
y con muchísimo calor, encontramos unas vendedoras de manualidades en hilo que
me recuerdan a los “bolillos españoles” y que son obras de arte manual. Nuestra
querida Georgina resbala en un charco de agua y cae, con la mala suerte de
quebrarse una muñeca y la mano. ¡OH, qué
hacer! Como en mi país solemos hablar un “portuñol”, es decir no es ni
portugués ni español, me pidieron ayuda y partimos raudas a un hospital en un
taxi. La chofer, mujer afectuosa, nos aconseja hacer cambio, porque no nos
aceptarían dólares y nosotros “amamos el dólar” ya que cuando viajamos es la
moneda que todos nos reciben. En Brasil son respetuosos de su dinero y economía
y no lo aceptan, por lo que primero nos llevó a una casa de cambio y luego nos
dejó en un hospital de urgencia. Hermilda me pedía que yo hablara…y pobres
brasileños, apenas me entendían. Nos recibió una enfermera con cariño, le
expliqué como pude que éramos cuatro escritoras de un encuentro que se
desarrollaba en la universidad y que teníamos una enfermita. Hinchada la mano y
antebrazo, dolorida pero estoica, Georgina (colombiana como Hermilda) esperó a
un doctor. Llegó un simpático joven que nos llevó, por pasillos interminables,
hasta un consultorio impecable y confortable. Allí nos dejó con un radiólogo
que le hizo placas. Nos preguntaba el número de seguro social, y no entendía
que no teníamos en Brasil, sólo en nuestros países. Le expresamos que podíamos
pagar. ¡No, es un hospital público! Hubo que esperar que se pudiese ver la
placa…Una Quebradura. Malita la caída. Bien, me mandaron a buscar al doctor que
nos atendió primero. Yo recordé que usaba una casaca rosada; muy común en
Brasil, que se utilicen colores vivos en cualquier ropa. En mi país, argentina,
siempre se usa blanco, gris, negro o verde claro en los lugares de salud.
Me dediqué a recorrer todo el enorme hospital preguntando por: “El
doctor de camisiña rosada”. Se reían
y me señalaban una puerta u otro pasillo. ¡Al fin lo encuentro y le explico que
ya teníamos el resultado y podía ponerle el yeso! Me acompañó y lo hizo con
mucho cariño. Cuando quisimos pagar antes de salir del nosocomio, no nos
aceptaron ni un real.
Ya en la calle descubrimos que era de noche. No teníamos ni idea en
dónde estábamos. Caminé unos metros y con mi mejor “portuñol”, me dirigí a un
señor que estaba detenido con un camión de bomberos. Le expliqué como pude y me
llamó con su celular un taxi. Le dio los datos y partimos. Yo agotada y las
otras amigas nerviosas.
Cuando llegamos al hotel, nos esperaban angustiados. Éramos las
“perdidas” y sin noticias. Cuando les conté y dije ¡El doctor de camisiña rosa!
Sentí una carcajada de mis colegas brasileñas… ¿Sabes a qué se le dice en
Brasil “camisiña? ¡No! A los “condones”. Me quise morir… soy súper cuidadosa
con mi lenguaje y mi educación. Entendí las risas socarronas con que me daban
los datos en el hospital. Espero no lo molestaran con chanzas al médico que nos
atendió.
Bueno, después de todo, cuando uno no habla bien un idioma, deberíamos
cuidarnos o preguntar primero, pero fue un accidente.
Al día siguiente nos hicieron conocer la Iglesia de “Don Bosco”
patrono de la ciudad. ¡Una maravilla y belleza estética! Yo pedí perdón por mi
yerro del día anterior a un enorme Jesucristo que cuelga en medio de esa
grandiosidad. Seguro que estoy perdonada.
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