Mordisqueó
hipando un trozo de pizza helada y mugrienta que encontró en un cesto. Le supo
a asco nausea, color verdoso. ¡Otra vez la calle! ¡El horror y el miedo!
Sollozó en silencio recordando los cartones viejos, los papeles de diario y el
frío. Al " Nuria "...lo habían encontrado muerto en un oscuro zaguán
de un cuchitril abandonado. ¡Tenía tres cuchilladas y estaba atado con un
alambre...había mucha sangre y su protector- madre, allí había quedado como lo
que era un pobre tipo de la calle. Era hermoso...o mejor dicho era bella con su
faldita de seda roja y las medias de malla y los tacos altos y ese cabello
rubio, casi platinado, que le caía sobre la espalda. Era su padre- amigo. La
recogió de un baño de la estación Retiro, una noche de tormenta cuando tenía
aproximadamente siete...ocho años. Ella se había refugiado allí y escondida la
vio entrar con su pelo suelto y sus ojos grandes de color oscuro. Después supo
que era un chico. Mucho después que le enseñó a usar el baño, a comer con plato
y cubiertos y tantas otras cosas lindas. Un día le compró una muñeca. Otro le
compró unos libros y un cuaderno y un lápiz y empezó con las letras. Con los
deditos supo sumar y restar por la Nuria-Gustavo , que le traía comida y le daba la
leche tibiecita en las mañanas frías.
Se
escondió como pudo en un recodo de una galería. Si la encontraba la cana...o
algún tipo de "esos", seguro que no tendría escapatoria para tantas
cosas que había visto cuando huyó de su madre.¡Pobre loca! ¿Dónde estaría esa infeliz
que le pegaba tanto? Volvió a llorar por su suerte. Por su amiga-hermano
muerto, lloró y, se tendió entre unos papeles.
Al
comenzar el trajinar de la calle se irguió y comenzó a frotarse con las manos
llenas de "smog", como le enseñó el Turquito cuando pequeña, para que
no se dieran cuenta que era hembra. Se acomodó mal la ropa y comenzó una larga
caminata por las calles frías e indiferentes al dolor de una niña...de la
calle. ¿ Por qué a ella ? Vio pasar chicos con guardapolvos y uniformes. Ella
era una "mal parida"..., una lágrima larga comenzó a deslizarse por
su mejilla sucia. Llegó otra noche y se metió en el hueco entre dos edificios
en construcción. Allí sintió los gritos de otros desamparados que se llevaban
"Ellos" o los "Otros", todos de temer. Comenzó a deambular
hacia Retiro. Entró en el baño y encontró un rato de alivio. La sacó una mujer
que se sentía dueña. Casi escapó corriendo. Terror, dolor, frío, hambre. Otra
vez la calle. Se acurrucó en un pórtico y casi en la mano se encontró sin darse
cuenta con la solución al problema. Un trozo de vidrio afilado y brillante. Se
abrió una a una las venas de arriba abajo por sus lánguidos brazos de chica
quinceañera. Pasó el " Jésica " contorneándose en sus altos tacones y
vio el cuerpo herido y comenzó a chillidos pidiendo ayuda. Llegó una ambulancia
y cuando la llevaban notó que aparecía tras el vidrio, la cara de Nuria, de
Karla, de Yesenia, que sonrientes le daban su vestido de quince: de seda y
encaje rosa, sus zapatos de tacos y tomándole las manos comenzaron a danzar un
vals.
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