Me invitó a Marruecos Gladys
Young, embajadora panameña en esa tierra, mi amiga y poeta. Llevaría la
novela “Síndrome de Traición” a la Universidad de Tetuán y Tánger. ¡Era un honor! Es
tan lejos que debí prepararme. Indagué en qué viajar: tenía si o sí que pasar
por Madrid. Fue toda una aventura. ¡Allá fui con cinco aviones de líneas
diferentes; por cinco días!
Salí hacia Chile y esperé un avión a Madrid, allí dormí una noche, al
día siguiente tomé otro aeroplano que me llevó a Casablanca, la famosa ciudad
de la película que nunca logré ver. Ni la película ni Casablanca ciudad. Luego
en el hall del aeropuerto esperé desde las 10,30 hasta las 23. Allí tuve una
experiencia dolorosa. Paso a relatar. Alrededor de la 22 veo que se abre una
puerta lateral y traen un puñado de personas del interior de África, esposadas
y rodeadas de soldados, eran fugitivos de los países pobres que trataban de llegar
a España, a través de Marruecos. ¡Eran los famosos, Inmigrantes que huyen del
hambre y las guerras de sus países! Yo no podía ni abrir la boca. No hablo
árabe ni inglés, por lo que estando de paso en un país que me esperaba con los
brazos abiertos, lloré en silencio. Esto sucedió en dos oportunidades, calculo
que los llevaban de regreso en aviones militares o no, a sus países de origen.
No quise preguntar a mis anfitriones, ya que era un tema sumamente delicado. Al
pasar unos minutos, 30 o 40, me llamaron por altavoces para presentarme en la
aduana.
Tomaría un avión de línea inglesa
que me llevaría a Tánger, yo tenía mi primera charla en Tetuán. Un vuelo corto
y llegué a Tánger con mi pequeño equipaje, donde me habían prometido estaría
una persona de habla castellana con un cartel esperándome. Hecho los trámites
necesarios, eran las 24, salgo del hall y no había tal cartel con tal persona.
Pregunté en argentino: ¿Hay alguien esperando a una argentina? Me observaron
varias personas y pensarían: ¿Qué le sucede a esta señora?
Ingresé de inmediato al aeropuerto y esperé un rato. Volví a salir y un
señor me esperaba. Había llegado algo tarde. No hablaba español. Insistía en
llevarme a su casa. Yo muerta de miedo, le decía: NO, hotel. Me comunicó con su
esposa que hablaba castellano. Igual, quería que fuera a dormir a su casa. ¡No,
hotel! Y me llevó a un albergue de menos una estrella donde me cobraron 30
euros. Sin ascensor y cuya habitación quedaba en el tercer piso. Alrededor
había gente rarísima: prostitutas y rufianes. El dueño, me miraba sonriendo y
miró dos veces mi pasaporte. Creo que no podía creer que venía de tan lejos. El
hombre se fue en un auto tan destartalado, que parecía sacado de un
“desarmadero”. A las cinco de la mañana, me golpeó la puerta, me venía a buscar
para llevarme al aeropuerto. Miro y por la ventana y veo que me miraba. Como me
estaba vistiendo, casi me tiro al piso. Lo regañé hasta que llegamos al
aeródromo. Allí en una “combi” me esperaban otras escritoras que tomarían
conmigo el vuelo a Tetuán.
La alegría y algarabía fue enorme. Hacía dos años que no nos juntábamos.
El chofer me trajo de regalo un objeto de cerámica pequeño que según dijo, era
igual al que usan para cocinar. ¡Un lindo detalle!
Al llegar a Tetuán, la fiesta literaria comenzó. En la Universidad un enorme
grupo de estudiantes nos esperaban para escuchar a los poetas y narradores de
Latino- América. ¡Qué respeto y cariño demostraron! Escuchaba con atención y
preguntaban por nuestros grandes poetas: Jorge Luis Borges, Julio Cortazar,
Olga Orozco y otros que son un orgullo nacional. De México una laureada
escritora presentó una investigación extraordinaria sobre Sor Juana Inés de la Cruz, de Perú sobre Vallejo,
y así cada escritor o escritora fuimos llenando las aulas con buenas y
preciosas palabras.
Luego el Traslado a Tánger, la fiesta en un comedor donde en unas
enormes bandejas de plata traían comidas típicas y deliciosas. Los estudiantes
bailando para nosotros los escritores y los maestros de la universidad… ¡Qué
bello! Se divierten sin tomar alcohol como en mi país. Ellos por ley tienen
prohibido comprar, vender o beber alcohol.
Me tocó ir a una ciudad a la orilla del mar. Un azul glorioso envolvía
la costa. Desde la explanada de una sala veía las olas revolotear como alas de
pájaros blancos. Después de una tertulia, nos llevaron a un restaurante donde
descubrimos otra comida exquisita de berenjenas y pimientos (ajíes) asados al
carbón, luego traían bandejas con sardinas asadas al horno de barro, parecían
alhajas de plata una junto a la otra. Sabrosas y sanas.
Cuando ya saciamos nuestro apetito, un poeta amigo marroquí dio un
silbido y cientos de niños se arremolinaron junto a las fuentes a comer con pan
árabe que les repartieron. Eran pájaros de mil colores, curiosos y alegres que
se divertían con esos raros extranjeros venidos de tan lejos. ¡Un regalo para
la vista y el corazón!
Fueron cinco días en el país y seis aviones para llegar hasta allí y
seis para regresar a mi tierra. Lo haría a ojos cerrados. Cuando vi la Novela y la leí: Tiempo
Entre Costuras, de María Dueñas…disfruté pasear visualmente por las calles y
medinas de Marruecos. Véanla.